domingo, 17 de agosto de 2014

Notas desde la cama de mi casa (no del hospital)

Hoy me atropelló una panga. El hecho de que esté escribiendo esto significa que no deben preocuparse. Pero la verdad es que hoy me atropelló una panga. A decir verdad, no sólo a mí. En el kayak estaban conmigo mi esposo y su hijo, pero ellos saltaron al agua antes del choque. Yo me quedé aplastada por el terror al inminente impacto. El golpe lo recibieron mi cráneo, mi espalda y mi muslo derecho. Las consecuencias fueron un chipote tremendo, un morete en la espalda que de tan grande y feo me da asco y un raspón innombrable cerca del sexo. 

Pude haber quedado con la cara desfigurada, descalabrada, tetrapléjica, en silla de ruedas, estéril. Pude haber muerto. Pero absolutamente nada de lo anterior sucedió. Y por ello ya di gracias a Diosa Madre Naturaleza. Agradezco también la infinita bondad de quienes me acompañaron en el hospital.

Agradezco a María, enfermera que me sacó una risita cuando me preguntó, para llenar un formulario, que si vivía con mi esposo, a lo que respondí que sí, y un par de preguntas después me preguntó por mi estado civil.

Agradezco a Félix, que me contó que era de Magdalena y que hay muchos casos de embarazos en adolescentes en El Pitillal, además de atenderme con diligencia y paciencia. 

Agradezco a Luis, el camillero que evadía mi mirada cada vez que me transportaba de mi cuarto al salón de rayos x y al de resonancia magnética, con esmerado cuidado. 

Agradezco al radiólogo que me hizo los estudios para saber si tenía cosas invisibles y terribles escondidas bajo mi piel, por cuyo nombre no pregunté porque sus miradas lascivas no me cayeron en gracia (quizás me vio las nalgas entre la bata y se le antojaron).

Agradezco al traumatólogo Martínez que me preguntaba cosas e interrumpía mis respuestas, pero que terminó burlándose de sí mismo en sus shorts de domingo y del hecho de que quiere operarse de los ojos para ponerse unos Ray-Ban chingones para manejar (me preguntó, en corto, cuándo había sido operada de la vista y qué tal me fue; cuando le iba a responder me interrumpió también, por lo que asumo que sólo quería vacilar). Me explicó con claridad qué tenía (sangre por fuera del cráneo, un golpazo en los músculos lumbares y un raspón en el muslo), cómo me tenía que tomar la medicina y por qué me presionaba algunas zonas de mi cuerpo. 

Agradezco, por último, a Jairo, que me sacó del hospital casi cuatro horas después de llegar, agotada y en silla de ruedas. 

Gracias, principalmente, a mi esposo, a su hijo y a su mamá, por acompañarme y esperar con paciencia en el hospital. 

Aquí sigo. Cambio y fuera. 

1 comentario:

Ses dijo...

Ostras, veo que estás bien, aunque tullida y en cama. Gracias a ti también por ver la parte positiva.
Besos.