jueves, 30 de junio de 2016

Vidas que van caducando

En poco más de un mes voy a cumplir 28 años. Todo es relativo, pero bien visto me parece que es una muy corta edad. Estoy chiquilla, como dicen por ahí. El simple hecho de seguir en mis veintes me parece un dato elocuente sobre mi juventud y el amplio futuro que hipotéticamente me espera.

Sin embargo, desde hace algunas semanas comencé a notar que hay ocasiones en que me siento vieja. Como si ya hubiera vivido mucho. Y es que a veces me remonto a hace unos años (una década, en promedio: algunos años antes, algunos después), y me doy cuenta de lo distintas que eran la forma en que percibía las cosas, mis hábitos, mis amigos, la música que disfrutaba, la ropa que vestía. Mucho de aquello ya no tiene ningún efecto o rastro en la actualidad. Caducos.

Hace unos meses busqué en Internet la música de un artista que me gustaba muchísimo en la adolescencia, y cuando las notas salieron de la bocina me di cuenta que no sólo no me complacía sino que me desagradaba. Incluso pensé de refilón "¿quién puso esta cochinada y por qué no la quitan?". Entendí el efecto que causaba en mi mamá estar expuesta a mis gustos musicales en aquellos días ya pasados.

Si sólo han pasado diez años, más o menos, de aquella Sara, y ya se siente como otra vida distinta, ¿cuántas vidas habré de acumular a lo largo de mi existencia? Un día, que me parece inevitable, seré una de esas señoras que, asombrosamente, le dicen con la mano en la cintura a un conocido "¡ya teníamos 30 años sin vernos!" Ya lo veo venir: amigos que progresivamente empiezan a desaparecer de mi vida.

Mejor aquí le dejo: me está agarrando una nostalgia terrible.