viernes, 1 de agosto de 2014

01 de agosto

El 01 de agosto siempre ha sido y será el cumpleaños de mi hermano. Es día de verano y de lluvias, de vacaciones y de calor, pero también y sobre todo es el día de Mitch.

Nuestra historia de amor comenzó hace 26 años, cuando mi papá embarazó a mi mamá y yo empecé a existir. Mi hermano quería un varón, para jugar con él y tener un cómplice y amigo las 24 horas del día. Mi hermana quería niña, supongo que por las mismas razones, pero no importa porque este texto no es de o para mi hermana. Como decía, mi hermano quería un varón y la vida le frustró sus deseos. Porque nací yo.

Sin embargo, Miguelito de 7 años no frustró sus planes de tener un amigocho permanente, por lo cual nuestra relación se convirtió en una abominable lucha cuasi permanente que ambos disfrutábamos y detestábamos. Golpes, llanto, risas, bullying y amor incondicional. Una mezcla francamente irritante para mi mamá. Sobre todo, porque el llanto venía siempre de mí.


Viviendo en estas condiciones, mi sentido del humor se desarrolló precozmente y a un ritmo imparable, unido íntimamente al de mi hermano; mi lado masculino fue, hasta muy recientemente, el predominante en mi personalidad; demostrar amor a golpes fue lo que preferí en la adolescencia; escuchar Molotov y tener un léxico de niña de arrabal también vinieron como consecuencia.

Sin embargo, también tuve siempre un aliado que me consultaba con sumo respeto mi opinión sobre novias y otros temas de Inmensa Relevancia para él; tuve un caballito que le permitía a la Sarita de 3-7 años montar sobre su espalda/lomo; tuve un hostigador acérrimo que durante largos años me llamó Gordolina. Con decirles que gracias a mi hermano me llamo Sara. Cuatro letras que me procuran identidad, y que se deben a este sujeto.

En pocas palabras, mi hermano fue mi mentor, mi mejor amigo, mi ejemplo a seguir, mi saco improvisado de boxeo, mi fuente de lágrimas y un ser lleno de compasión en los peores momentos de mi adolescencia. ¡Y ahora que me acuerdo fue el que convenció a mis papás de que me permitieran estudiar la licenciatura en Guadalajara! Experiencia que, por cierto, cambió mi vida. (Los convenció argumentando que yo era responsable, inteligente, talentosa y que me lo merecía, que confiaran en mí.)

Hermano: tengo un amor grandísimo, indecible para ti. ¡Estoy feliz de que estés en mi vida, de aprender siempre de tu corazón grande y noble y de acompañarte a través de las peripecias de tu existir! ¡Nos vemos al rato para la peda!

1 comentario:

Turbinas dijo...

Lo que me gusta de este escrito es la facilidad de expresar esa emoción hacia tu carnal. Muchos pueden sentir inconmensurables cosas, sentimientos y sesaciones, pero en este caso las leo, las siento y las siento.