sábado, 9 de agosto de 2014

Lluvia

La terraza de mi casa es uno de mis lugares preferidos. Los atardeceres se ven fantásticos y hoy comprobé que la lluvia también. En las montañas, en una izquierda lejana, se ven las murallas de agua dominando el paisaje, uniendo al cielo con la tierra. El aire aproxima esas gotas hacia nosotros. 

Nunca olvidaré aquella vez que íbamos aterrizando en Amsterdam y el cielo estaba limpio y brillante y hermoso. Tan pronto empezó el descenso, atravesamos una gruesa capa de nubes negras, para llegar por fin a una ciudad nostálgica y gris. 

A la derecha de mi cabeza el cielo está de un azul para presumir y las nubes se regodean en su blanca pulcritud. También la lluvia es impermanente. Y la sequía.

(Detesto la idea de que cierta melancolía que siento ahora encuentre su causa en mi periodo hormonal. Estoy melancólica.)

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