sábado, 2 de agosto de 2014

La familia y los tiempos que cambian

Este post se lo dedico a todos mis tíos y tías, primos y primas, hermanos y papás.

Cuando era niña las fiestas y reuniones familiares me parecían tumultuosas, intimidantes, llenas de ruido y de gente alta y corpulenta con risas estruendosas y conversaciones en un tono de voz de complicidad, incomprensible para mi edad. 

Los primos, aparte, jugábamos, nos incluíamos o rechazábamos, hacíamos bromas pesadas e hirientes y también nos abrazábamos, besábamos y llorábamos cuando los adultos decidían que la fiesta se había acabado y era hora de fracturar aquella comunión infantil.

Hubo tiempos, sobre todo en la confusa adolescencia y en la arrogante primera juventud, en que me sentía desencajada del ritmo familiar, me sentía rara, inadaptada, a veces mejor y a veces peor que los demás, pero constantemente fuera de lugar.

Hoy hubo un gran encuentro familiar, propiciado por la fiesta doble del bautizo de una bebé y el cumpleaños de un pequeño niño, ambos hijos de uno de los primos mayores, un hombre simpático, noble y trabajador a quien siempre he querido mucho. Fue una experiencia fantástica para mí. 

Ni siquiera fue el hecho de que haya socializado con todo mundo, que no fue así, sino la reconfortante sensación de saberme rodeada de caras conocidas, amadas, sonrientes. Caras familiares. Familia. 

Sin duda me sigo sintiendo rara, pero la gran diferencia es que ahora no me importa. Me sé igual a los demás en el apellido y en el inmenso amor que nos tenemos, la simpatía que nos procuramos y la red de apoyo que somos y seremos. 

Tras escribir estas notas me iré a bailar con ellos, para festejar mi cumpleaños. Y eso me hace muy feliz. ¡Feliz cumpleaños a mí, cierta y precozmente!


1 comentario:

Marisol dijo...

Jaja me pasa igual con eso de las fiestas familiares!
Besitos y abrazotes.. estuvo buena la bailadaaaaaaaa :D !!
loviu so moshhhhhh!