domingo, 3 de agosto de 2014

Feliz (y melancólico y lluvioso) cumpleaños

Les voy a ser sincera. Comencé esta entrada escribiendo una reflexión sobre ser adulto e irle sumando números a la edad, pero la verdad es esta: quiero escribir un post cada día de mi vida, por lo menos durante un año. Para que esto permanezca como cierto, tengo que publicar una entrada en 11 minutos. Así, pues, haré una crónica sobre mi día, la cual se escribirá más rápido y me pesará menos en el ánimo.

El día de mi cumpleaños me recibió con mi marido sonriendo de oreja a oreja y con los párpados hinchados de sueño, cantando una versión de las Mañanitas manipulada a tal grado que resultó una creación nueva en el espectro de la música contemporánea. (Fue, por cierto, el único ser humano que me cantó las Mañanitas, algo inédito en mi vida.) Me hizo reír y eso siempre lo agradezco.

Fuimos a visitar a mi papá en el panteón. Mi mamá, mi hermana, su marido, su hija, mi marido y yo. Sentí una necesidad inmensa de decirle que lo amo, que le agradezco haberse dejado convencer por mi mamá de embarazarse de nuevo, de haberme criado como una hija orgullosa de él. Le aseguré que me esfuerzo en la maestría, en el matrimonio, en la creación literaria y en absolutamente todo lo importante en la vida. Le agradecí una y otra vez haberme regalado la vida, y le confirmé hasta el cansancio que estoy haciendo con ella lo mejor que puedo.

Al volver a casa, mi hermana me ganó por Knock Out en el round primero a la hora de preparar burritos de frijoles con queso. A pesar de estar muy convencida de mi técnica, la concurrencia, disimuladamente, terminó por pedir únicamente los de ella. Yo, como buena perdedora, me quedé cómodamente sentada pidiéndole también burritos glamurosos, como les llamé, con el propósito de burlarme de ella, aunque en el fondo respetando que su técnica tiene mucho más de atractiva y cosmopolita que la mía, que en realidad no es ninguna técnica. Terminamos por llamarla La Burritería. (Mis hermanos y yo nos burlamos de los hipsters tanto como nos es humanamente posible.)

De ahí nos fuimos a la Laguna de Santa María del Oro. Le expliqué a mi sobrina qué son los volcanes, por qué la laguna no tiene fondo, por qué no se puede nadar hasta el centro sin ser un experto en el agua y, más importante, cuál es la similitud entre un volcán y una espinilla (tema en el que, muy a mi pesar, tengo cierto conocimiento).

Mi mamá lloró a veces, poquito y a fuerzas o con cierto desahogo. Yo quise llorar al despedirme de ella y emprender carretera rumbo al puerto que ahora acoge mi nuevo hogar, en mi vida de casada y de maestrante. No lo hice. Me quedé igual que el cielo: nublada y con brisa, pero con fuerza y llena de vida. Hoy fue un cumpleaños raro, diferente, pero lindo, sobre todo porque no necesito de felicitaciones ni regalos ni velas ni tratos especiales para saberme cumpleañera. Es lindo esto de cumplir 26 años y saberme amada por mí misma.

1 comentario:

Elisa García dijo...

Me gusta leer sus entradas.. Me recuerdan que tengo la responsabilidad de no olvidarme de la escritura..
Saludos (si se acuerda de mi)