jueves, 27 de noviembre de 2014

Ventana abierta de jueves

Ya lo he dicho varias veces antes: tengo una alergia psicológica que me produce estornudos, secreción nasal y, en casos complicados, comezón en la garganta y tos. Ésto, únicamente cuando una idea que me provoca miedo, estrés o nervios se apodera de mi cerebro, de mi horizonte.

Desde anoche estoy estornudando generosamente. En este momento, mientras escribo esto, estoy sorbiendo mis mocos (1. no quiero interrumpir la escritura para levantarme al baño por papel para sonarme y 2. me he sonado tanto en las últimas horas que ya me duele la nariz). Sin embargo, no se ha puesto tan mal como otras veces.

Me provoca frustración y desesperación no encontrar relativamente pronto la razón de mi alergia, el detonante. Desde anoche lo he estado pensando y no doy pie con bola. Lo que sí puedo decir es que he estado pensando una y otra vez, casi obsesivamente, en mi atuendo para la boda de una de mis mejores amigas.

Dicha boda fungirá como una especie de reencuentro para los que fuimos a la misma preparatoria. Una especie de posada, una fiesta de graduados. Somos tantos los invitados y tan queridos los novios, que los gustosos y afortunados que iremos nos toparemos con muchos otros. Además, la misa será en una iglesia de mucho abolengo y la fiesta, en un casino costoso y bonito; quizás el más exclusivo de la ciudad.

Para dicha ocasión, yo había ideado originalmente llevar un vestido largo, amarillo, elegante, con accesorios dorados. La realidad es que el vestido ya quedó en el plano de las fantasías incumplidas y mis posibilidades actuales sólo me permiten conseguir, comprado o prestado, un vestido económico y fácil de encontrar: no tengo tiempo ni dinero para invertir en él.

Ayer me probé muchos (demasiados) vestidos y pasaron a las semifinales dos negros, entallados, cortos. El que más me gusta, por supuesto, es de algodón, y aunque quizás es menos elegante, ciertamente es más cómodo, además de sencillo, lo que permite agregarle accesorios que lo vuelvan más versátil.

Probablemente esto que escribo, este dilema tan mundano e insignificante, poco les importa, pero este texto superficial y conflictuado es lo que puedo ofrecerles el día de hoy, un jueves cualquiera. La verdad es que estoy atorada ante la idea de vestirme con ropas que no son especialmente elegantes (a pesar de que el evento es tan importante y las personas que se casan también lo son para mi corazón, y ella es precisamente muy elegante y en mi boda estuvo lindísima), atorada ante la idea de que mis antiguos compañeros de escuela no podrán verme en mi máximo esplendor, atorada en minucias como qué accesorios, qué peinado, qué zapatos, qué bolsa, qué color de labios, qué color de uñas...

No les voy a mentir. Les prometí que nunca haría eso. Hoy sufro apego. Hoy sufro de la incapacidad de desapegarme, a pesar de reconocer mi atadura a esto tan vano. A quienes se asomen a esta ventana mía que abro el día de hoy, me verán un poco agria, con gesto como de llanto, encogidos los hombros, un poco derrotada la moral...

No hay comentarios: