Hoy fui a mi alma mater, el ITESO, a imprimir los carteles que anuncian el evento que estoy organizando y que es el resultado y la cosecha del esfuerzo que he hecho durante dos años de maestría. Recibí apoyo de mi hermano-en-la-vida Ángel, felicitaciones de antiguos jefes y profesores, motivación de conocidos, sugerencias de expertos y una invitación para dar una charla en la clase de una mujer y maestra que conozco y estimo.
Ahí llegó el olor a triunfo, a título de maestría en la mano, a logro, a conquista. He podido sacar adelante las decenas de viajes que he hecho entre mi ciudad natal, mi ciudad de estudio y mi ciudad de residencia; la soledad, la angustia y la frustración propias del trabajo de investigación; la muerte de mi padre; la consolidación de mi nueva familia; las enfermedades y debilidades propias del estrés; el insomnio; los episodios de depresión más o menos leves; los tres cambios de tema de investigación; las fechas de entrega; la incertidumbre; la organización de entrevistas y el manejo de la información...
Significa mucho para mí ver por fin la luz al final del túnel. Saber que he podido y que podré, no sólo terminar la tesis, el proyecto ejecutivo, el examen profesional y la maestría misma, sino lo que se me vaya presentando en el camino. Y entonces llegó la fragancia del cierre. Saber que ya no veré a los compañeros que han estado a mi lado o en mi cercanía por 24 meses. Pensar que ya no tendré razón o excusa para viajar a Guadalajara y ver películas de arte, salir con mis amigos, platicar con mi tía y con mi prima y con mi sobrina. Darme cuenta que la tentación de comprar ropa bonita en tiendas bonitas desaparecerá junto con ellas.
Y ahí hizo acto de presencia el aroma de la despedida. Quizás no adiós, pero tampoco hasta pronto. Un hasta luego (en ocasiones, un hasta quién sabe cuándo) a gente que atesoro en el corazón (Ángel, Emicel, Dora, Bernardo, Gabriel, Irazú, Alan, Julia, Paty, Lizzy, Antonieta, Ana Claudia, Daniela, Iñaki, Zelik...). Hasta luego, ciudad de grandes avenidas y grandes árboles, grandes cielos, grandes museos, grandes cansancios y angustias pero sobre todo, grandes recuerdos. Hasta luego, Tren Ligero. Hasta luego, Macrobús. Hasta luego, PreTren. Hasta luego, taxistas coquetos e inoportunos. Hasta luego, acoso sexual en las calles. Hasta luego, ITESO. Hasta luego, UDG.
Por último, llegó la esencia a tristeza. Una nostalgia súbita se apoderó de mí al plantearme una distancia e incluso una lejanía respecto de mi gente, mis lugares, mis memorias, mis espacios y mis hábitos en la perla tapatía. Me dan, qué sorpresa, unas ganas inmediatas de llorar. Unas lágrimas que sean lazos y promesas. Quiero seguir presente. Quiero que me acompañen siempre. Quiero visitar, alimentar, refrescar y renovar mis relaciones y mis recuerdos con esta ciudad y la gente y los sitios que en ella se quedan.
viernes, 21 de noviembre de 2014
Olor a éxito y cierre, despedida y tristeza
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