miércoles, 19 de noviembre de 2014

Mi acervo fílmico

Es innegable: de pequeña vi películas que no estaban destinadas para un público de mi edad o de mi criterio. ¿Cómo lo sé? Porque constantemente (no tan frecuente como para sentirme traumatizada o acosada, pero sí lo suficiente como para mantenerlas frescas) me llegan imágenes de largometrajes que se cruzaron en mi infante vida y que me parecen muy impactantes.

Algunas de esas películas están ahora borrosas, o no me acuerdo mucho de ellas, y otras están claras e incluso puedo decir que fueron fundamentales para construir mi sensibilidad y mi estar en el mundo.

Como ejemplos de algunas escenas difusas en mi cabeza puedo mencionar a un sacerdote pedófilo que ponía a un niño y a una niña frente a él, que estaba sentado en un trono, en posiciones sexuales (colores oscuros, en inglés); y a una película europea que hablaba de una familia de cinco: tres niños y los padres, que atravesaban una situación económica dificilísima; un día, el padre y la madre salen a buscar trabajo y lo encuentran, pero en su ausencia, el niño mayor ha decidido hacerles un "favor" a sus papás: cuelga a sus hermanos menores y se suicida junto con ellos, en la recámara; también recuerdo vagamente a una adolescente en el sur polvoriento de Estados Unidos que es secuestrada y violada al lado de una carretera.

Otras que tengo más claras son las de Bailando en la oscuridad, protagonizada por Bjork y dirigida por Lars Von Trier, que es un musical oscuro y deprimente que habla sobre la ceguera de una madre soltera; y Claroscuro, la historia de vida de un pianista talentosísimo que va perdiendo la cordura. La primera la vi a los 12 años; la segunda a los ocho.

Mi marido hace bromas al respecto, y se pregunta sobre la decisión de mis padres de exponerme a ciertos temas. Yo, desde sus bromas, efectivamente me he planteado cómo fue que vi toda esa cinematografía. La única película que recuerdo que me hayan prohibido ver fue la de "Y tu mamá también", de Alfonso Cuarón. De todos modos la vi, eventualmente. (Magnífica, por cierto, sobre todo en su sentido antropológico.) Sería que aquello de los tríos les habrá impactado más que la pederastia, las violaciones y los suicidios infantiles. Sería que yo fui muy obstinada en mis elecciones, o muy madura en mis reacciones.

No me arrepiento ni reprocho ni recomiendo absolutamente nada. Mi cabeza es un lugar muy fértil y a veces es intenso y angustiante. Tengo un corazón propenso a la generosidad, la compasión y la paciencia. Mi literatura no está poblada de personajes malévolos o de tragedias insalvables (creo). Lo que sí puedo decir es que no me asusto ni me sorprendo fácilmente, y que aún hoy en día, lloro fácilmente en las salas de cine y en el sillón frente a la televisión de mi casa. Si acaso, tengo una gran empatía en el dolor y una gran sensibilidad hacia los problemas sociales. No sé si yo le permitiría a mis hijos ver películas de drama como las que yo vi. Quizás ellos me lo harán saber. Quizás yo se lo hice saber a mis papás.

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