jueves, 13 de noviembre de 2014

El misterio de los baños

Los baños son como un pedazo de otro mundo anexo a nuestro espacio doméstico. No se parecen a ninguna otra área de la casa. Son una discontinuidad disfrazada de unidad. Pretenden estar integradas al conjunto de la residencia, pero en realidad son territorios extranjeros, inhóspitos.

La socialización y la convivencia están censuradas en dicho lugar. Está mal visto compartir esos metros cuadrados con otra criatura, ya sea humana o no. Sólo las plantas, quizás por quietas y discretas, tienen el privilegio de poder permanecer junto con una persona en ese sitio alienígena.

El clima dentro de un baño es distinto al resto de la casa. Ir hacia allá es como un viaje hacia la montaña cercana a la ciudad. Es una aventura. No es un paseo cualquiera: es una muestra de coraje, una expresión de decisión y valentía. Estar ahí adentro es entregarse a un frío ambiguo o a un calor de selva y playa virgen. Se suda, por cualquiera de las dos razones y, también, por supuesto, por los retos propios de la actividad.

Los pisos y las paredes están compuestos de un material extraordinario. No es como el resto de la construcción. Es un espacio excepcional. No se sabe a ciencia cierta por qué, pero se requiere, se sabe que los baños tendrán una piel distinta, una textura inaprehensible, incomprensible.

Los espejos de los baños nos miran con recelo. Saben de nuestros secretos recientes, de nuestros olores, nuestros gemidos, nuestros colores y texturas. Nos conocen a profundidad, con intimidad, y nos miran, por lo tanto, con cuidado y con reproche.

Los baños son como un pedazo de otro mundo anexo a nuestro espacio doméstico. No se parecen a ninguna otra área de la casa. Son una discontinuidad disfrazada de unidad. Pretenden estar integradas al conjunto de la residencia, pero en realidad son territorios extranjeros, inhóspitos.

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