miércoles, 1 de octubre de 2014

Días de silencio

Ya hasta perdí la cuenta de los días que no me he presentado por mi humilde morada digital. Me da pena (en el sentido de tristeza) hacia mí misma, porque este blog y este proyecto significan mucho para mí. Y me da pena (en el sentido de vergüenza) con ustedes, porque son fieles lectores y porque probablemente para algunos de ustedes sea parte de la rutina diaria pasarse por este rincón. Discúlpenme, si me han visitado y han encontrado mi silencio. 

La verdad es que ningún tema ha surgido a la superficie, dispuesto a dejarse pescar por mi mente. Y me he sentido cansada muy temprano por las noches. Y mi realidad reciente ha sido, por ponerle un adjetivo, nueva. Pareciera que nuevos retos aparecieron en el horizonte. Así que prefiero usar mis energías en la inteligencia que me ha estado requiriendo la vida, antes que sentarme con esfuerzo y concentración a comunicarme con el mundo. O conmigo misma, quizás. 

Debo confesar que la tristeza ha sido una emoción más o menos presente en los últimos días. Será hormonal, será el estrés, será que simplemente así es. 

De adolescente era muy dada a escribir, cuando me sentía decaída, poemas que ahora me parecen mayoritariamente malos. Algunos, pocos, me sorprenden. No tanto por su calidad literaria sino por la intensidad de los sentimientos o por el léxico. 

En este momento me encuentro tomando un té de menta en un lugar con aire acondicionado y musiquita melancólica. Mi preferida. Pero el mundo afuera parece desfasado de la atmósfera de este sitio o de mi atmósfera psicológica. Vestidos con colores brillantes, gente con prisa, carros que no se detienen. Sólo el cielo nublado parece quererse solidarizar conmigo. 

No tengo impulso de escribir poemas y creo que tampoco de escribir esto, pero estoy haciendo un esfuerzo, por estima y respeto hacia mí y hacia ustedes. No quisiera perderme ni perderlos. 

Durante muchos años tenía frecuentemente el deseo o la fantasía de desaparecer. Ahora me siento cómoda plantada en mi cuerpo, así que lo único que se me antoja, en los momentos de tristeza o melancolía, es guardar silencio. Algunas compañías podrían resultar muy agradables (otras definitivamente no), aunque se tratara nada más de compartir el silencio. Algo difícil, en realidad. Por lo menos en mi vida. Hay en ella mucho ajetreo y no me es posible ver a la gente que quiero con la frecuencia que me gustaría, así que cuando sí sucede el encuentro, hay mucha algarabía, de cosas qué contar que se han ido acumulando. 

Continuaré bebiendo mi té. ¡Hasta mañana!

No hay comentarios: