jueves, 9 de octubre de 2014

Paisaje nublado

Es una tarde nublada de cielo infinito, sin embargo. Serán esos algodones gigantes en el firmamento lo que recuerdan a un paisaje del Dr. Atl. El perro anda con sus brinquitos habituales, sorteando el zacate crecido. Olfatea yo no sé qué animales, historias y futuros.

- Necesito que lo hagas, Arturo.

La mujer que habla está parada frente a mí. Se sostiene rígida sobre sus pies y el viento fresco cargado de lluvia se lleva su cabello de un lado a otro. Me mira fijamente.

- Ya te dije que ya no estoy escribiendo, y gratis menos.

Estoy molesto porque me ha citado en un campo lejos de la ciudad, cuando sabe perfectamente que vivo también en un prado alejado del barullo, excepto que en dirección exactamente opuesta de donde nos encontramos. Si quería silencio podía haberlo obtenido sin molestarme a mí.

-Pero ésta no es cualquier historia.

Esta mujer alguna vez fue mía. Le agarraba las nalgas, le arrancaba risas y la abrazaba cuando veíamos películas de miedo. Todo iba bien hasta que ella decidió que todo debía irse a la mierda.

-La gente se muere todo el tiempo, no te sientas tan especial.

Sin mayores explicaciones se declaró deprimida y frenéticamente todo se fue pudriendo. Ahora ha optado por el suicidio asistido y quiere que yo escriba su historia.

-Pero no así. Y no tienen a un gran periodista que cuente su historia.

Volteo a ver a Gilberto, a mi perro, que me recuerda con su libertad lo mucho que disfruto ya  no tener esa etiqueta de mierda. Periodista.

-El hecho de que yo escriba sin faltas de ortografía y que alguna vez haya trabajado para un periódico no va a volver trascendental el final de tu vida.

Se queda callada. Está viendo en el horizonte la ciudad en la que alguna vez compartimos techo y cama.

-No voy a extrañar nada.

Llevo mi vista hacia la mancha urbana y de pronto me acuerdo de una vez en que, regresando de un viaje por carretera, nos detuvimos aquí para descansar y terminamos haciendo el amor. Parados, de perrito, con la mirada puesta donde mismo que ahora. Llenos de gozo.

- Probablemente nada te extrañe a ti tampoco.

No voy a escribir a su historia. Yo también quiero una muerte sin sufrimiento, aunque sea lenta y ya haya comenzado a llegar. Gilberto nota que camino hacia la camioneta listo para irme y comienza a seguirme. Se detiene a oler los pies de la mujer que está próxima a morir. Descubre su destino, pero no me lo dirá.

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