domingo, 19 de octubre de 2014

Estampa nocturna de ciudad

"Now I have a rock between my legs", dijo, y se echó a reír con una risa nerviosa. Camila no le entendió nada -no le interesaba entender nada- y en medio de aquella ciudad enorme que desconocía casi por completo y a la que había ido sólo por casualidad, siguió con su tarea: envolver con sus labios el pene de aquel hombre despeinado que, como ella, caminaba en el parque mucho después del atardecer. 

Mientras el tipo aquel estaba acostado sobre su espalda tras unos arbustos y gemía breve pero intensamente, ella transitaba de un pensamiento a otro. Despedirse de Robusta, su gata, en el silencio de su departamento oscuro y de paredes descarapeladas; los gatos ruidosos que se pelean por sexo cerca de su estudio; el vecino negro que la mira con ganas de cogérsela y el miedo que despierta en ella; la canción que aún no termina; David, el del Instituto para la Música del Mundo, que la amenaza con quitarle la beca si no termina el álbum o aprende la lengua; su abuela, que le decía que si no aprendía francés, por lo menos inglés; el imbécil de su papá que se fue con la gringa; su mamá; las ganas de sentirse acompañada. 

"I'm gonna come", dijo el sujeto de piel pálida y de cuerpo tenso. Eso sí entendió Camila, más por la experiencia que por las palabras. El hombre ese le hablaba con su cuerpo. Ella lo miró a los ojos y sin poder sonreírle, decidió clavarle la vista para hacerle saber que podía continuar. Sólo así, pensó, se sentiría menos sola. 

Cuando se levantó, mientras se limpiaba la boca con el dorso de la mano derecha, se dio cuenta que le dolían las rodillas, por el frío y por la posición en que había dado aquella mamada. Se preguntó si ya estaría muerta Robusta, después de dos meses sin comida asegurada, o si estaría vagando por las calles buscando sobrevivir, como ella.

No hay comentarios: