viernes, 19 de septiembre de 2014

Hasta luego, Tijuana

Es cierto. Les mentí ayer. Les dije que este texto quedaría en este blog desde anoche, y fue falso. Pero mejor tarde que nunca.

En realidad, fue poco lo que pude conocer de Tijuana, en parte porque fue un viaje principalmente para la convivencia familiar y en parte porque mi familia decidió convivir mayoritariamente en la casa de los tíos que nos acogieron.

Lo que sí pude conocer fue una sorpresa y un impacto. No recordaba, de aquel viaje que hice a los 11 años con mi hermano y mis papás, que los cerros que dominan el paisaje de la frontera están completamente colonizados por casas de cartón y de interés social. Es como si el panorama tijuanense no dejara espacio para el descanso, para el suspiro necesario que soltamos cuando nos encontramos frente a la grandeza natural. Acá todo parece social. Un territorio árido colmado de historias con sed. Así parece.

Hay también zonas y colonias de opulencia, o en bonanza, por lo menos. La zona conocida como Río, por ejemplo, es supuestamente la más bonita de la ciudad. A mí me sorprendió encontrar por ahí una glorieta a Lincoln (regalo del gobierno estadunidense) tan cercana a una a Cuauhtémoc, próximas ambas a una Plaza del Zapato donde lo único que hay son bares.

Pero en el tema de bares y tugurios lo que domina, por supuesto, es el área de la Avenida Revolución, conocida también como La Revo o La Revu. Nos explicaban mis tíos y mis primos que Tijuana creció primero durante la Primera Guerra Mundial y durante La Gran Depresión, cuando Al Capone y sus amiguitos bebedores se cruzaban unos metros para rodearse de mujeres, alcohol y fiesta. Posteriormente, la Segunda Guerra Mundial trajo de nuevo bonanza para la ciudad fronteriza que está marcada por un sabor cultural mixto y cuya herencia del pasado está muy relacionada al vicio, la ilegalidad y la vida nocturna.

Mi experiencia en La Revo fue como la de entrar a un mercado de carne humana. La mirada de los hombres me desnudaba, me ponderaba, me medía, me pesaba, me penetraba y me gozaba. Yo me hacía tonta, los ignoraba, y continuaba con mi observación etnográfica amateur. Encontré mujeres desde los 16 hasta los 46 años, más o menos, todas con vestimentas muy similares: faldas apretadas que apenas cubren las nalgas, blusas con escote y estampado animal, tacones de puta (porque eso es lo que son: stilettos es un eufemismo) y maquillaje de sobra. Me dio mucha pena pensar que con el afán de encontrar aceptación, atracción o reconocimiento, las mujeres exploran su sexualidad o su cuerpo disfrazadas (o camufladas, por lo menos) de prostitutas. Hubo sólo un lugar al que me dieron ganas de entrar, y es porque vi gente vestida de negro y despeinada y un cartel que anunciaba cerveza artesanal. Eso de escuchar banda y ofrecerme al mejor postor no me late tanto.

Por otro lado, puedo decir que el CECUT o Centro Cultural Tijuana me pareció una chulada. La bola y el cubo, como también se les llama, tienen un gran espacio para exposiciones temporales y una permanente, sobre la historia de Baja California. Además, hay una pantalla IMAX y una sala de cine alternativo llamada Carlos Monsiváis, amplia, bien acondicionada y cómoda, con una cartelera con películas de Ambulante que me pareció de lo más atractiva.

Me sorprendió también encontrarme hasta el otro extremo del país que las tiendas de cadenas y los anuncios publicitarios son los mismos que me encuentro en Tepic, Guadalajara y Puerto Vallarta. Qué tristeza, que nos estemos acostumbrando a ir al mismo sitio en cualquier ciudad, en vez de encontrar los pequeños lugares que proveen de personalidad propia a cada sitio. Me sentí hastiada de Tecate, de Nextel, de Oxxo y de las putas plazas llamadas Galerías. Y también sentí asco y tedio con los anuncios de Jeep que llenaban las compuertas superiores del avión. Ahí donde uno mete su computadora o su chamarra, hay una camioneta tratando de seducirte.

En el CECUT me compré un libro de poesía erótica femenina, llamado Nuestra cama es de flores. El compilador es Roberto Castillo Udiarte y la editorial es la CONACULTA. Los dejo con un fragmento:

La mano quieta y ciega
comienza muda el descenso
va de mis labios a mis labios
-como si el mundo se detuviera-
con la parsimonia de una hormiga furtiva en la despensa
y el mismo deseo de saciar las ganas.

Rosa Espinoza

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