jueves, 15 de enero de 2015

Una vida secreta

Igual que Dr. Jekyll y Mr. Hide, yo tengo una personalidad pública, aceptable, honrosa e incluso loable, y otra que debería permanecer escondida, que seguramente será rechazada, juzgada, mal vista y deplorada. Tengo una vida secreta: unos gajos en las sombras.

Si se me pone a escribir, dibujar, manejar y cocinar con la mano derecha, el universo es mío. Soy capaz de lo que sea: un digno ejemplar del multitask o lo que es lo mismo: la ejecución de varias tareas al mismo tiempo. Sin embargo, si el encargo debe ejecutarse con la siniestra mano izquierda, el panorama cambia, muda 180 grados, se transforma y se trastorna, se oscurece: me vuelvo un ser sin habilidades, carente de inteligencia y talento, peligroso, aberrante.

Igual que para cualquier otro enfermo mental, el mundo y su estado de cosas favorecen la horrenda duplicidad de mi persona. Prácticamente todo está diseñado para ser utilizado con la mano derecha, la que está más lejos del corazón. Y en contraste, casi nada es óptimo para su uso con la mano izquierda.

La sociedad va reprimiendo, silenciosa y sutilmente, no sólo a los zurdos y a los ambidiestros, sino a todos quienes queremos ejecutar acciones con todas nuestras posibilidades, herramientas y potencial. Pero más aún: a quienes soñamos con eliminar el monopolio de la diestra, quienes tenemos la convicción de que también la siniestra puede ser diestra y viceversa: sobran ejemplos de maldades y errores ejecutados con la mano más usada.

A veces sufro pesadillas inexplicables en las que mi mano izquierda, humillada y vengativa, se avalancha sobre mi cuello y lo presiona hasta ocasionarme la muerte. Es entonces cuando pienso en las funestas (siniestras, y no por casualidad) declaraciones de Charles Manson: "Mi padre es una prisión, mi madre un sistema, soy lo que ustedes me hicieron. Los miro y me digo: ustedes quieren matarme y yo ya estoy muerto. Toda mi vida estuve muerto". Es lo mismo que mi extremidad tiene qué decir: me han reprimido y en la oscuridad me he vuelto un monstruo: aquí estoy, sin esconderme, sin las sombras, sin las cloacas: éste soy yo su creación: éste soy yo que son ustedes.

Estoy convencida: no importa cuánta paciencia y tiempo me requiera, le daré libertad y fuerza, poder, a mi mano izquierda. Que me tachen de loca, de malhecha, de tonta, de incapaz. Yo y sólo yo seré la dueña de dos manos capaces, entrenadas, amadas. Sólo así me salvaré del asesinato a manos de mi vida secreta.

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