Mango es un perro grande, al que poco le falta para confundirse con oso o con león. Da la impresión de que está compuesto, exclusivamente, de amor y pelo. Ambos elementos lo cubren y llenan por completo.
Yo soy un joven que he tropezado, he dado tumbos, me ha levantado, me he perdido, he encontrado y he perdonado. Soy un caminante, como muchos más. Y cada día voy haciendo mi camino. A pesar de los años que tengo, desde que Mango llegó a mi vida volví a la infancia y ahí me quedaré.
Mango y yo tuvimos compañía, por un tiempo. Se han marchado ya. Una era peluda y andaba sobre cuatro patas, como él. Otra era delgada y caminaba recta, como yo. Las quisimos. Compartimos con ellas atardeceres, cielos nublados, lluvias, olas y carreteras. Se han ido. Todo alguna vez se va. Pero nosotros nos hemos quedado. Bien juntos.
Hemos encontrado, desde algunas semanas, un rincón en el mundo que a pesar de su grandeza, pareciera que es nuestro nomás. Vamos todos los días, casi de madrugada. Yo soy el conductor del vehículo y él es mi compañero incondicional. No es el mejor copiloto, pero sí el mejor amigo.
Llegamos al lugar y hay que subir. Cuesta arriba, minuto tras minuto. Mango está feliz en la euforia del momento: va y viene incansablemente. Yo estoy feliz también, pero mi energía tiene límites. Él se adelanta y luego regresa por mí. Se asegura de que esté bien. Ya lo he dicho: es mi compañero incondicional.
Hay momentos del día en que Mango y yo no hacemos más que descansar. Nos acostamos a ver la tele, o nos sentamos en el jardín a que el viento nos lama con su lengua invisible, del mismo modo en que Mango muestra su amor. Lo habrá aprendido del aire.
Mango y yo somos iguales. Nuestro mutuo reflejo. Nos gusta estar rodeados de gente y ser el blanco del amor y la atención de los demás. Nos gusta la cerveza, y la aventura también. Tenemos un corazón grande en el que a veces se cuela la tristeza, pero donde regularmente brinca el júbilo. Provocamos ternura y nos importa poco la obediencia.
Mango y yo compartimos un algo tan grande que no tiene palabras. No hay vocablo inventado ni conocido que describa o informe sobre lo que hay entre nosotros. No es amor ni es amistad. Somos Mango y yo.
viernes, 23 de enero de 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario