miércoles, 17 de diciembre de 2014

Pleitesía

Hoy en la mañana, al bajar las escaleras que unen la planta alta de mi casa a la baja, como una alcancía que sólo recibe monedas de oro, a mi cabeza cayó del cielo la palabra "pleitesía". Así nomás. De la nada, como dicen por ahí.

Hace unos días, en Guadalajara, escuchaba a mi tía contarme una historia. El relato se detuvo cuando ella trataba de remembrar lo que alguien le había dicho. "Es que usó una palabra que no frecuento", alegó como defensa para el olvido. Y entonces otra moneda de oro metió la vida al cochinito que es mi cerebro.

Las palabras son viejas amigas o completas desconocidas. Material para la construcción de nuestras vidas. Barrios que visitamos o que permanecen ignotos u olvidados. Con ellas podemos vestir un uniforme ("Buenos días, habla Janet García, de Teléfonos de México. Su llamada es muy importante para nosotros. ¿En qué le puedo ayudar?"), un escudo ("No. Es que...", "Pues tú lo hiciste peor", "Fue tu culpa, no la mía") o una flor ("¡Muy buenos días!", "Gracias, "Pásele").

Hay palabras que usamos muchísimo y se van volviendo la arquitectura de nuestra cosmovisión, nuestras emociones, nuestros pensamientos, nuestra vida. Son la casa o la cuadra donde vivimos. Son denigrantes o enaltecedoras. Peligrosas o seguras. Amorosas u hostiles. Fecundas o vacías. Antiguas y sabias, o jóvenes e incómodas. Pueden ser un poco de todo.

Yo estoy convencida de que hay palabras más hermosas que otras. El gusto y la opinión pueden cambiar de persona en persona, pero creo que preferimos ciertos vocablos. Hay gente que no lo sabe, que nunca lo ha notado, que no se ha puesto a pensar en la musicalidad o la energía de los términos que usa. Personas que creen que es lo mismo "césped", "pasto" y "zacate". Cada una dibuja una escena en nuestra imaginación y pasa por nuestra boca igual que un dulce o un hueso. Yo prefiero zacate, porque la enérgica "ca" que se acomodó en medio y que protagoniza la escena es poderosa, tiene presencia, no pide disculpas por ser quien es. Además, me pinta en las paredes de la cabeza escenas de la vida precolombina (zacate proviene del náhuatl zacatl), mientras que "césped" me parece pretenciosa, y pasto, aburrida y ordinaria.

En la universidad, dos palabras más o menos fuera de uso se convirtieron en mis preferidas. Una era indefectible. Me parece fuerte la combinación entre la "n" y la "f" y su significado merece un aplauso. "Que no puede faltar o dejar de ser". Ahora bien, piensen: ¿qué personas, cosas, animales, situaciones son indefectibles para su vida, queridos lectores? El otro vocablo era inefable. También la "n" y la "f". "Que no se puede explicar con palabras". ¡Qué maravilla! ¡Lo mejor de esta vida es inefable! El amor, Dios, los atardeceres... No hay nada mejor para la humildad y el oficio de un escritor que admitir esto.

Por otro lado, Mandarina, mi nombre dado a mí misma, tiene su origen en mi admiración por su belleza. La encuentro musical, alegre, jovial, fresca, deliciosa, jugosa, juguetona. Y todo eso quiero encarnarlo yo. Así que me bauticé como Mandarina. Y así, regalo la dicha a los demás de tener por un instante el placer inesperado de pronunciar una palabra exquisita. Común, pero no por ello menos gourmet.

Barrios conceptuales en los que no suelo turistear (más bien me pierdo en ellos) suelen ser los de la ciencia: medicina, física cuántica, genética, filosofía alemana, neurocoencia... O también, los de la religión, cualquiera que ésta sea: eucaristía, sabbat, mandala... Con trabajos puedo decir lo que es una mezquita. Y los que francamente me causan rechazo son los barrios bajos: todas esas palabras que me hacen sentir como que el mundo es un lugar inhóspito. Todos los vocablos que me dibujan un horizonte triste, violento.

Pleitesía es una palabra que no frecuento, dijera mi tía. Sé como se escribe, por razones desconocidas. No estaba segura de su significado. Es, según averigué en la Real Academia Española de la Lengua, "una muestra reverente de cortesía". Pues bien, que esto sea eso: una demostración de respeto hacia las palabras, mis amadas palabras.

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