viernes, 19 de diciembre de 2014

Caras y vidas

"Porque, como todas las personas complejas, independientemente de su altura o de su peso, tiene muchas caras", dice Etgar Keret en su libro "Los siete años de abundancia", refiriéndose a su bebé de dos semanas de edad, que ya es al mismo tiempo, según el autor israelí, iluminado, adicto y psicópata.

En Netflix hay un archivo de video que corresponde a un show de comedia en vivo que realizó Zach Galifianakis, y que intercala su espectáculo con un pequeño documental sobre su vida y con un mockumentary (documental falso o de broma) en el que supuestamente se le hace una entrevista a su "hermano" (que es en realidad otro personaje más del propio Zach). En esta grabación, el comediante estadounidense reflexiona sobre los límites de la cordura y la delgada frontera hacia la locura. Tanto en el escenario como en su vida cotidiana, constantemente está creando personajes que surgen en su imaginación de forma espontánea. "Qué loco está", podría decir uno con descuido, acostumbrados como estamos a tener una identidad, una línea recta, una noción estricta de lo normal.

¿Pero qué se hace con las múltiples creaciones de nuestra inteligencia? Volviendo al texto del escritor judío: todas las personas complejas son polifacéticas. Y de acuerdo a la psiquiatra junguiana Jean Shinoda Bolen, dentro de cada uno de nosotros habitan varias deidades (con esto quiere decir que los arquetipos de los dioses griegos -fértiles, profundos, alegóricos- coexisten en nuestra psique), contradictorias entre sí, con distintas necesidades y opiniones. Es así, por ejemplo, que gracias a Hestia podemos ser muy hogareños y meditativos, a la vez que gracias a Artemisa disfrutamos de la vida al aire libre y de la libertad.

Ciertamente, yo tengo varios rostros qué mostrar. Está Sara la amable y educada, que sonríe, saluda, escucha y agradece; Sara la payasa que en una reunión de amigos o familia se vuelve bufona y protagónica; Sara la melancólica que escucha Radiohead y Lemolo en repeticiones sin fin; Sara la adicta al trabajo que pasa de una ocupación a otra; la floja que puede permanecer todo el día en la cama. Y muchas más. Pero para más detalles habría que entrevistar a mi marido.

Pero también están las vidas que he imaginado y que por tanto son reales en algún plano metafísico, interfísico, alternativo y tangente:

-Modelo de bikini. Con un cuerpo joven y fotoshopeado, viajo por el mundo entero para ser retratada en los destinos más hermosos, exóticos y antojables. Sin embargo, los disfruto poco, debido al cansancio que me causan los vuelos tan frecuentes. Ocasionalmente me acuesto con alguien del equipo de producción, aunque es un encuentro poco satisfactor. Me tienta el uso de drogas, pero en vez, me refugio en la meditación y el vegetarianismo.

-Gerente de Domino's. Comienza mi carrera como residente ilegal en Montreal. Me contrata un Domino's que busca mano de obra barata, para meter las pizzas al horno y posteriormente a la caja en la que serán transportadas. Soy una empleada ejemplar (siempre llego a tiempo, soy eficaz, tengo buen trato con los demás) y me voy ganando la confianza de todos. Me ayudan a conseguir la residencia legal y tras varios años de fiel labor, me nombran encargada de esa sucursal.

-Hippie trotamundos. Me despido de todo lo que conforma mi vida hasta entonces: familia, amigos. Quemo las naves de forma pacifista. Salgo de mi casa un día cualquiera, lleno de tráfico y de un sol latoso. Empiezo a caminar, como si fuera a un mandado, pero el mandado es mi destino: el resto de mi vida. Eventualmente alguien me recoge en una carretera y tras contarme las penas y las glorias de sus días, me deja en un pueblo en Michoacán. Del mismo modo candoroso llego hasta el extremo sur y norte y este y oeste del continente americano. Difícilmente se me reconoce bajo unas rastas que me llegan a las nalgas y unas mejillas tostadas por la intemperie. Pájaros y nubes y miradas amorosas pueblan mi corazón.

-Concertista de piano. Tras una estancia fructífera en el Conservatorio de las Rosas, en Morelia, se descubre y reconoce internacionalmente mi talento único y extraordinario para el instrumento romántico de cuerdas. Me llevan de gira por distintas organizaciones y festivales culturales; me hospedan en hoteles donde siempre estoy sola; me enamoro de un guitarrista que me deja por una italiana que baila flamenco; atravieso un periodo de adicción a las hamburguesas y postres de McDonald's; una agencia discográfica se encarga de "arreglarme" (me ponen a dieta, me limpian los dientes, me maquillan) y me vuelven un éxito de ventas. Termino casándome con el recepcionista amable y poco educado de un hotel en Berlín que frecuento bastante.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Grande,
Mandarina!
Me dio gusto encontrarte la última vez; siendo yo un hippie trotamundos. Cierto es lo que dices de la locura. Pobre de aquel que no esté un poco loco.
Mucho amor

luisherio dijo...

Faltó la poeta que conocí en el taller de Sogem con Jorge Orendain, que tuvo y mantuvo tremenda gripa en todo el curso. Saludos Mandy...keep up the godo Job.