lunes, 27 de abril de 2015

Breves apuntes

1. No se permite el ingreso de mascotas

Ninguno de mis padres era muy amante de los animales. Cosa extraña, si consideramos que ambos son seres muy sensibles y con una clara inclinación hacia los placeres más sencillos y las verdades más profundas, de entre las que podemos destacar la compañía de una mascota y su amor incondicional, respectivamente. Sin embargo, a pesar de eso, a mis hermanos les permitieron tener a Napoleón, un gato blanco y negro; `posteriormente acogieron a Brigitte, una french poodle y a Janis, una gata siamesa, ambas de mi hermana; antes de ellas y después del felino bicolor, estuvo con nosotros durante sus primeros años Dalí, un pastor alemán que eventualmente le regalamos a mi abuelo paterno; también, aunque durante un breve periodo, adoptaron a Monsi y a Sorpresa, un par de gatas para quienes el adjetivo "insoportable" es un eufemismo. En la actualidad, Mango, un golden retriever, y la versión veterana y melosa de Janis componen la mitad de los habitantes del hogar: la mitad no humana.

2. Alimentos y bebidas

De pequeña detestaba la papaya. Ahora la como. Me parecían asquerosos su olor y su textura. Mis papás eran grandes amantes de esta fruta. Nos ayuda en la digestión, argumentaban. No sé si a mis hermanos les gustaba, pero sé que estaban flacos y yo no. Me parece que ellos hacían mucho deporte y comían con cierta indiferencia. Yo era más bien sedentaria y los placeres del paladar encabezaban quizás la lista de mi gozo infantil. Recuerdo con claridad una ocasión en que mi hermana, exaltada y con el volumen de voz enloquecido, viendo que yo me hacía una tostada de guacamole, me gritó algo así como "¡ay Carolina, ve la cantidad de guacamole que le pones a tu tostada!" Yo, avergonzada y pre-adolescente, removí con la cuchara un poco de la sustancia verde y la devolví al plato. También me acuerdo que en la familia se intentó disminuir mi consumo de frijoles, tortillas y nata, los componentes de mi cena preferida.

3. Club de conversación

Hay tres temas de conversación que recuerdo con frecuencia de la hora de la comida en mi infancia: política, filosofía y religión. No se hablaba de Bourdieu o de Heidegger o de versículos, pero todos los comentarios que se hacían a la mesa, giraban alrededor de estos grandes tópicos. Corrupción, candidatos, movimientos organizados, sindicatos, dictadores, ética, estética, moral, dogmas, hipocresía, doble moral... Digamos que no se frecuentaban los deportes, las plantas y los animales, los vehículos, la moda... Aunque también se hablaba, y con abundancia, del arte: la música, la literatura, el cine, la pintura, la danza y el teatro, sobre todo. No había mucha mención de la escultura o la arquitectura. No que yo recuerde.

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