lunes, 12 de octubre de 2009

Un poquito sobre los hombres. Ya me estaba tardando.

La secundaria ha sido la época en que más desconectada he vivido. Desconectada de mí misma, quiero decir. No tenía las herramientas para navegar en mis propias aguas y la verdad es que tampoco las agallas. Me despertaba todos los días con sueño y con tedio. La etapa de más energía del ser humano está condenada a esfumarse en salones de clases donde no quieres moverte un centímetro por temor a que todos vean tu nueva espinilla, tus chichis más grandes, tu grasa corporal, tu cabello insoportable. Claro, la fortuna y la desgracia es que no es así para todos. Hay unos pocos que lo pasan bien. Lucky them.

Me caían mal mis compañeros, mis amigas eran una plasta que sólo hablaban de lo ñoña que era yo y de lo, paradójicamente, frecuente que les bajaba a sus novietes que se aburrían de que fueran tan tontas y poco creativas. Nota al vuelo: perdón, no lo hacía adrede.

En fin, aquello parecía un desierto y el único refugio eran las húmedas y sombreadas cuevas de la risa, el refugio de los amigos. Mi bola de amigos (el grupo de los odiados por los profesores que se hacían llamar PM24 y cuya única integrante femenina fui yo, a reserva de varios) eran unos simples que encontraban en cualquier pequeñez un pretexto para bromear, que dedicaban todas las tardes, como personas sensatas que eran, a patinar y escuchar punk. Como yo no patinaba, ni tocaba ningún instrumento "rebelde" (sólo el piano y un poco de violín) ni era especialmente chistosa, me limitaba a reírme y a escucharlos. Pero no sólo a escucharlos tontear. Quiero decir, realmente a escucharlos. Porque ellos no estaban dispuestos a escucharse mutuamente. Entonces me di cuenta que aunque fueran muy unidos y pasaran por tantas aventuras juntos, siempre estaban más o menos aislados, cargando solos con sus penas.

Fue pasando el tiempo y me di cuenta que me sentía cómoda escuchando a mis amigos o a mis novios, que podían pasar horas hablando de sus problemas familiares, de sus inseguridades, de sus sueños. En recompensa, ellos también me escuchaban, me trataban de consolar (algo que hasta la fecha me cae muy mal, porque no espero encontrar en ellos la respuesta a nada sino un simple desahogo) y me hacían reír. Priceless.

"Una sociedad de hombres es una sociedad solitaria" dice Paco Ignacio Taibo II. Hay alguna razón, que desconozco (pero sospecho que puede ser la idea machista de que el hombre no es vulnerable ni sensible, sino duro y fuerte), por la que los hombres no se sienten cómodos sincerándose con alguien de su mismo sexo. Por eso, tal vez, les resulte más fácil perdonar la traición de un amigo que la de una amiga o una novia: jamás será el mismo grado de confianza y expectativas que depositaron en uno que en otra.

Recientemente leí (no recuerdo dónde) que 9 de cada 10 personas (de ambos sexos) prefieren la amistad de una mujer que la de un hombre. Decía el texto que la amistad femenina resulta más "satisfactoria". Yo creo que tiene que ver con este hecho: una mujer es sinónimo de fluidez emocional. Nosotras escuchamos, consolamos, somos empáticas, compartimos experiencias, no juzgamos de "joto" a ningún hombre por conocer sus sentimientos. Esto es, claro está, una generalización. Hay mujeres herméticas, muertas de miedo por sus inseguridades que tampoco permiten mostrarse a sí mismas.

Un primo, hace años, me dijo una frase que creo que no olvidaré. "Cuando un ser humano se encierra dentro de sí, construye un muro grueso que protege lo de dentro, que progresivamente se va haciendo más débil. Por el contrario, si lo de dentro está expuesto a alegrías y penas, se hace fuerte y no tiene necesidad de murallas". Es posible que esta sea la razón por la que de antemano creo que los hombres son seres menos fuertes que las mujeres (generalizo de nuevo), porque tienen una tendencia al hermetismo que sólo puede resultar en convertirlos en personas inseguras, miedosas, a la defensiva.

Como no sé cómo terminar este texto, diré que a su favor tienen el hecho de ser menos aprehensivos y más desenfadados.
Y también diré que es increíble lo curativo que resulta escribir, o lo sanador que resultó, por lo menos, escribir esto. Acabo de descubrir lo siguiente:
-Esta tendencia que tengo a querer entablar conversaciones "serias" con la gente es porque me gusta sentir que construyo lazos fuertes con la gente. Es muy notorio que tengo poca habilidad para los temas ligeros, especialmente cuando es una plática entre dos. Por el otro lado, si estamos en grupos grandes prefiero la broma superficial. Tal vez porque no puedo lidiar sincerarme profundamente con tantos al mismo tiempo. O quizás sea herencia de los años de secundaria, cuando en bola tonteábamos y a solas nos acercábamos.
-¡Cómo no voy a tener lenguaje de albañil si en los años más duros que he vivido hasta ahora aprendí que era la forma de conectar con el mejor grupo de gente!
-Creo que yo soy de ese 10% de la población que prefiere una amistad masculina. Quizás, como yo los escucho, ellos me escuchan a mí (un pedo muy kármico), y ya no me hacen falta las mujeres, que siempre he creído que el castigo del machismo le ha sentado muy mal a la mayoría, orillándolas a priorizar temas vanos como el look y a sufrir de una inseguridad apocalíptica que las inmoviliza.

Hombres míos, los quiero. Más a uno(s) que a otros.

6 comentarios:

Micro dijo...

Soberbio!

Chingada madre ya me hartaron todos ustedes por no escribir regular.


buuu

Zabioloco dijo...

Pues en la secundaria era chistoso deslizarse entre las amistades femeninas, de laguna u otra manera ... ( si, laguna)

...
Me gustó esa ventana al pasado
esa parte dónde te dirías cosas a la Sara de áquel ayer, con el riesgo de modificar tu futuro actual con cualquier consejo o ontervención.

Bueno seguiré viajando
espero algún día me acompañes

Cheshvan dijo...

Un hombre no puede ser amigo de una mujer. Porque se las quiere coger a todas. Lo digo por experiencia... y sí, generalizo. Me vale.

Buen posto rostro mostro! chacaloso!.
Vesos con V de vayaina.

Adris dijo...

Los hombres, con todo y que a veces son castrados emocionales (pobrecitos, no tienen la culpa de estar revolcados en la misma mierda machista de antaño), son menos complicados a la hora de desahogarse. Son simples, no se ahogan en su propio pantano de lágrimas dramáticas como nosotras. Es el pedo escuchar a un hombre cuando habla de sentimientos. Da ternura, da esperanza. Sobre todo eso.

Joe Pino: dijo...

Que el pedo son las telenovelas. Por eso todos quieren ser amigos de las mujeres. Es más fácil. En este siglo ver la televisión es tan pendejo como ser católico.

Cristy dijo...

mostrar el retorno hacia el pasado es hasta lo que he visto, al menos estadisticamente según lo que por ahí he visto, una cosa también muy femina. Muy bueno este diván. Saludos