domingo, 18 de octubre de 2009

Modestia de mierda

"La envidia es una declaración de inferioridad". Napoleón Bonaparte.
"Círculos de música sorda". Arthur Rimbaud.

Nos han enseñado a ser modestos. Si crees que tienes una cualidad, no la presumas. Si ganaste un premio, alega que fue suerte. Los halagos que te hagan, cuéntaselos sólo a la gente de tu confianza. De acuerdo a esta visión de las cosas nadie somos, efectivamente, extraordinarios: nada de qué sorprenderse con nuestra simpatía, con nuestra belleza, con nuestra inteligencia, con nuestra habilidad para besar, para escuchar, para hablar, para rellenar de espuma el asiento de un sillón.

Sumada a esta catástrofe está el hecho de que la inmensa mayoría somos despistados. Aunque no exactamente. En vistas de que no podemos compartir lo grandes y maravillosos que somos nosotros o una parte de nosotros, reservamos para nuestra más privada soledad el gozo de felicitarnos y apapacharnos por nuestros logros o por nuestras cualidades. Así, vamos por la vida pensando en nosotros. En lo bueno de nosotros porque no debemos presumirlo, y en lo malo para poder cambiarlo. Los demás, bien gracias. "En la vida real nos vemos todos como protagonistas (...) Siempre nos enfoca la cámara a nosotros" dice Stephen King en su libro Mientras escribo. Cada quien tiene que pensar en sí mismo.

De este modo los otros no se enteran de nuestra bondad y para nosotros pasa desapercibida la excelencia de los demás. Todos somos ordinarios.

Claro, todo esto tiene una noble causa que lo respalda: no debemos actuar (ni siquiera plantearnos) como si fuéramos mejor que los demás. Pero, ¿saben qué? Yo creo que este invento de la modestia fue de un burgués con aspiraciones políticas que en el fondo sí creía ser mejor que los demás, pero por no causar antipatías que le fueran a provocar el fracaso de sus aspiraciones, pretendía ser uno más.

El asunto está en que "ser uno más" no debería connotar ser un sujeto sin gracia, un ente gris sin luminocidad ni extraordinariedad. Todo lo contrario. Si viviéramos en una sociedad honesta compuesta de gente con ego sano, capaz de reconocer sus habilidades y destrezas, "ser uno más" significaría ser una persona, como todas las demás, con cualidades amables y hasta útiles.

No debemos enseñar ni poner en práctica el hipócrita hábito de ocultar nuestros aciertos, sino la sana y reconfortante costumbre de halagar a los demás, de resaltar sus cualidades, de felicitarlos por sus logros. Crearíamos un mundo con gente más segura en sí misma y, además, nos daríamos el gusto de contarle a los demás lo buenos que somos sin preocuparnos de que piensen que nos creemos superiores.

4 comentarios:

Unknown dijo...

madres, me gustó un chingo.
Tienes razón, eso de andar de sufriditos por el mundo no deja nada bueno.
Besos.

Manolo Mojica dijo...

Amén

Adris dijo...

Cierto. Muy cierto. Comenzando desde ahora: eres buena, Sara, eres muy buena :)

el Doc dijo...

Los mismo decia James Oliver Huberty antes de sacar su Browning de 9 mm y matar a 21 personas a quemaropas en un Mc Donalds de California.

Mide tus palabras antes de delatarte como una potencial asesina en masas.

Me das miedo.