miércoles, 18 de noviembre de 2009

No hay que fiarse de los susceptibles

La gente que es muy susceptible (es decir, que a la menor provocación se agüitan) suele serlo porque todo se lo toma personal. Cualquier cosa que dices o haces creen que es una agresión directa a sus personas y, entonces, se ponen tristes o enojados o rencorosos u orgullosos o distantes. Y si todo se lo toman personal, es porque ellos, a la hora de decirle a los (en este momento detuve la redacción porque a mi chat de skype llegó una invitación de un tal jonh smiht diciendo "me urge una puchita por fas. tengo camara". Este es un mundo muy loco.) demás sus opiniones, críticas, creencias, etc. no lo hacen con absoluta sinceridad, porque creen que los otros a su vez se lo van a tomar personal también.
Un perfecto sincero sabe cuál es la dinámica de la verdad: se dice lo que se piensa (de forma cortés, de preferencia) sobre algo que alguien hace, pero sabemos de antemano que no necesariamente va vinculado a esa persona. Por ejemplo, podemos decirle a un amigo "la cagaste comprando ese suéter" y eso no quiere decir que creamos que tiene pésimo gusto para vestir. Sólo que ese suéter no nos gusta. Y cuando a los sinceros les (nos) dicen alguna verdad de este estilo, sabemos que así funciona la cosa: no es una agresión contra nosotros, sino una opinión sobre algo relativamente independiente de nosotros. Los susceptibles, de esta forma, al no ser ellos sinceros, no son conscientes de esta lógica, y por tanto se toman las cosas personales.

Así que si conocen a alguien que sea muy susceptible, desconfíen. O, por experimento, pídanle una opinión sobre algo que tenga que ver con ustedes, a ver si es sincero y les dice las cosas como realmente las cree, o si mejor prefiere decir una mentira piadosa.

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