jueves, 24 de septiembre de 2009

¡¡Ya los descubrí, malditos!!

Podríamos decir de Ernesto que era un hombre bueno. Pero no estaríamos siendo muy precisos. Más bien, si la bondad fuera un pecado, Ernesto no tendría absolución.

Ernesto brincaba, reía, gritaba, saltaba a los árboles, rayaba el suelo, las paredes y los techos con consignas de amor y paz.

Luchaba en pos de los oprimidos; prestaba su voz a todos aquellos que no podían alzarla como él en favor de sus derechos; daba gracias a la vida por la existencia de la pobreza y con ella de todas las formas culturales en las que la gente era tan sencilla y todo lo compartían con él.

Encabezaba mítines y hablaba para convencer a los incrédulos; despertaba simpatías y sus allegados lo reconocían como un líder.

Un día, sentado frente al espejo haciendo observación interna y externa, se encontró con una gran revelación personal: había elegido las causs sociales como un medio distinto para llegar a los mismos fines que había perseguido siempre: poder, influencia, sensación de heroísmo, actitud mesiánica. No veía a los pobres o a los indígenas como seres con ciertas características y circunstancias, sino como sujetos merecedores de su ayuda.

Ernesto se topó con la idea de ser un dictador bajo esa apariencia de tolerancia. Y le gustó.

Dedicado a todos los fascistas disfrazados de hippies.

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Cuando yo estaba en la primaria (o en la secundaria, ni me acuerdo) nos fuimos toda la selección deportiva (oh sí, tuve un pasado glorioso lleno de actividad física) a Guadalajara, a un gran evento interescolar. Lo muy padre del asunto es que dormirías en la casa de algún estudiante del Costa Rica, y claro, competirías para probarle a todo mundo que ruleabas en tu deporte. Yo estaba en básquetbol y me pusieron a vivir en la casa de una niña tan machorra como yo. Después de llegar en la tarde al Costa y comprometernos a vernos al día siguiente tempraníssimo en la escuelita para empezar a ganarles a todos, se fue cada quien con su anfitrión. El problema empezó cuando llegué a su casa y comencé a desempacar. Todo lo que sacaba ella lo miraba con ojos de borrego y me decía "ay, qué bonito", "oh, cuán bello", "uf, qué lindo" y al final "¿dónde compras cosas tan bonitas?" (Recuerden: yo era machorra y vivía en Tepic, ¿serían realmente tan mozas mis pertenencias?). Yo estaba bien chibiada y era tan molesto que casi le gritaba: ¡¡¡¡DEJA DE TORTURARME Y QUÉDATE CON TODO!!!! En fin, logré sobrevivir al momento. (Ahora viene a mí su habitación: minúscula, con una litera metida dios-sabe-cómo, lo cual hacía que sus cumplidos fueran más a quemarropa) Cuando ya había dejado todo en orden, fuimos a su cocina-sala-comedor (había un sillón al lado de la estufa, qué curioso, ¿no? -No manchen, es mentira) y me preguntó su mamá "¿quieres un chocomil, mija?" Y yo gustosa: "¡sí!" Entonces la señora: "uy, mija (dirigiéndose a su verdadera hija), entonces ya no hay para ti" Y escarbó dentro de la lata para sacar algunos últimos polvos mágicos y esparcirlos en el que se convertiría mi vaso. O SEA, ¿¿¿QUÉ PEDO CON ESA MADRE DESNATURALIZADA Y PÉSIMA ANFITRIONA??? ¿¿CÓMO TENDRÍA QUE HABER REACCIONADO?? Lo que hice fue rogarle casi con lágrimas que lo compartiera con su hija, a lo que se negó rotundamente. Lo que hice fue convidarle a la niña, pero a escondidas, porque la primera vez que lo intentamos la madre nos reprendió.
Más tarde nos llevó a una plaza (no me acuerdo cuál) a cenar pizza. Para mi desgracia su hija (mi anfitriona halagadora) era una niña normal que gustaba de la adrenalina y los artefactos diseñados para el divertimento pueril. Pues resulta que en la dichosa plaza había una cosa que era como un pañal gigante amarrado con elásticos a una estructura alta. El resultado: un niño normal podría subirse al pañal por unos cuantos pesitos y disfrutar de subir altíssimo y rapidíssimo y bajar y rebotar y sacarle provecho a la ley de la gravedad! Súper, no? Pues la señora anfitriona mala me forzó (con ayuda de su hija deschocomilada) a subirme. Con la pizza aún sin digerir y yendo esa cosa tan rápido y siendo yo una abuelita prematura, sentía que me moría. Unas náuseas terribles, un miedo escalofriante.

En fin, al día siguiente fui a la escuela tempranito (después de aguantar una sesión que parecía interminable de preguntas acerca de mí y de mis papás y de la escuela en Tepic y de bla bla bla por parte de la señora mala ahora estresada por el chorromil tráfico que había -lo cual la hacía parecer más mala, junto con su actitud CIAesca), vestida de basquetbolista. Perdimos uno tras otro tras otro partido, no sin antes pasar por la fabulosa experiencia de que se me desabrochara el brassiere en medio de un partido. Claro, si usaba brassier ya estaba en secundaria. Y si estaba en secundaria, de seguro me dio mucha, mucha pena.

Desde entonces odio los brassieres, temo al básquetbol y de manera automática respondo en casas ajenas que prefiero tomar leche sin chocolate.

7 comentarios:

Micro dijo...

jajaja.

Oye, eso de los dictadores buena onda es un mal incurable.

Qué pedo con la mamá muerta de hombre...se supone que las doñas del costa rica son acá popof y el chocomil te lo debió haber preparado "la que ayuda" ¿no?

notita: la primera parte del segundo texto es un chorizote! trata de parrafearlo más plis

Zabioloco dijo...

yo soy un hippie fascista...

y... marista...chale

jejeje saludos

midhigh machorra

sarahidalgop dijo...

weeeeeeeey al leerlo pensé:
"a lo mejor le tocó la misma morra con litera y cuarto mini del Costa" pero no, no tenía un sillón en la cocina.

Era terrible eso de que alguien te hospedara, a parte mi "hermana" era cero cool, ojalá me hubiese hospedado mi ahora amiga Loló, pero dudo ella fuera deportista.


¿Una 21na?
ánda, a ver quien es más mala, jaja

sarahidalgop dijo...

weeeeeeeey al leerlo pensé:
"a lo mejor le tocó la misma morra con litera y cuarto mini del Costa" pero no, no tenía un sillón en la cocina.

Era terrible eso de que alguien te hospedara, a parte mi "hermana" era cero cool, ojalá me hubiese hospedado mi ahora amiga Loló, pero dudo ella fuera deportista.


¿Una 21na?
ánda, a ver quien es más mala, jaja

sarahidalgop dijo...

weeeeeeeey al leerlo pensé:
"a lo mejor le tocó la misma morra con litera y cuarto mini del Costa" pero no, no tenía un sillón en la cocina.

Era terrible eso de que alguien te hospedara, a parte mi "hermana" era cero cool, ojalá me hubiese hospedado mi ahora amiga Loló, pero dudo ella fuera deportista.


¿Una 21na?
ánda, a ver quien es más mala, jaja

Micro dijo...

por qué repetiste el comentario?

Manolo Mojica dijo...

Es que en vez de 21na, quería que fueran 63! Haha qué pendejo