sábado, 5 de septiembre de 2009

Life: we're already dead. Love: we're already death.

Vivir mata y la muerte es la única certeza que nos ofrece la vida. La forma en que vivimos tiene muchas variantes pero el modo en que morimos no: lo hacemos solos. Pero este texto no versa sobre la muerte y la epidemia de la soledad sino sobre la vida (aunque ésta también sea muerte) y el amor, "una enfermedad en un mundo en que lo único natural es el odio", dice José Emilio Pacheco.

Como ya decíamos, la vida nos presenta una única limitante, una restricción, una advertencia al nacer y al crecer: cada minuto, cada acción, cada palabra nos acerca más a la muerte, y si sobreviviste al segundo que acaba de pasar, esto sólo quiere decir que estás un segundo más cerca de la nada.

Desde cierta perspectiva, entonces, nacemos muertos. Mejor: nacemos con una cantidad infinita de opciones de vida y la única garantía de que al final de todas y cada una de ellas nos toparemos con la parca. Podemos vivir como nos lo permitan las circunstancias, la imaginación, la valentía, las ganas. Podemos vivir amargados, tristes, ilusos, positivos, desolados, entusiastas, aletargados, delirantes. Podemos ser alumnos, padres, abogados, ladrones, políticos, panaderos, secretarios, hermanos, abuelos, bastardos, hijos únicos.

Así, como quiera que viva su vida, el hombre tiene una estrecha relación con la muerte, pues sabe que al final del trayecto se entregará a sus brazos.

Hay que aclarar, no obstante, que esta muerte que representa el final, no es la única muerte. Hay muertes chiquitas, momentáneas: muertes vitales; y hay también otro tipo, las peores, las muertes vitalicias, que son como la muerte definitiva pero prematura, inoportuna.

Y de esta forma, como hay distintos tipos de muertes, también hay distintos tipos de seres vivos: los sujetos portadores de vida y muerte, y los sujetos portadores de nada. Aquí es donde el amor llega a ocupar su lugar protagónico.

El ser humano fue dotado de una gran capacidad: la amabilidad. Todos somos potencialmente amables. Es decir, todos podríamos ser amados. No obstante, para hacer de las relaciones humanas unas relaciones amorosas, hace falta algo: la capacidad de poder ver lo amable en el otro y la capacidad de poder responder a esa realidad. Hay hombres que son incapaces de ver, pensar y sentir más allá de su cosmos individual; hay otros que están imposibilitados para actuar frente a un ser que encuentran como un destinatario adecuado de su capacidad de amar. Cualquier persona que sufra de algunas de las últimas dos posibilidades, es entonces un vivo agónico, un enfermo de muerte vitalicia.

Los demás, los que encuentran a quien amar y la forma de ejercer su sentimiento, son los sujetos portadores de amor: los sujetos portadores de vida y de muerte.

El que ama, el que verdaderamente ama, confía y se confía. Es decir, al amar, encontramos en el otro un nicho de seguridad, un rincón donde relajar nuestros miedos mortales, un lugar donde perpetuarnos y no perecer. Por ello los seres de amor son seres de vida, porque nos permiten sentir y conservar momentos que se alargan indefinidamente y parecieran ser el antibiótico ideal contra el virus mortal. Y son también seres de vida en tanto que nutren la nuestra con la unión y compartición de la suya.

Sin embargo, los portadores del amor lo son también de muerte. Lo son por el simple hecho de que esperamos de ellos y confiamos en ellos. Y ellos (y nosotros, y todos) no están dotados de ninguna omnipotencia, ninguna bondad sobrenatural, ninguna perfección. Ellos y nosotros y todos siempre vamos a lastimar, y siempre vamos a decepcionar porque en nosotros no está la clave de la supervivencia: nosotros también caminamos en la incertidumbre y bailamos en la oscuridad.

Cuando amamos y somos amados, somos agentes de muerte, aunque no de las muertes mortales y definitivas, sino de las temporales, de las vivificantes.

Para Alejandro

3 comentarios:

IRONIA DE LA POLITICA dijo...

DEBERÍAS DAR CRÉDITOS A BJÖRK POR TU FRASE DE: nosotros también caminamos en la incertidumbre y bailamos en la oscuridad (SARA MANDARINA). EN ESE FILME ES CLARO TU ESCRITO, AUNQUE EN REALIDAD MORIMOS BIOLÓGICAMENTE A CADA INSTANTE Y NOS OLVIDAMOS DE ESO; ADEMÁS LA AMABILIDAD ES UNA CUESTIÓN CULTURAL, EN REALIDAD DIOS NO NOS DOTA DE NADA, DUDO QUE ALGUIEN NOS DOTE DE ALGO COMO LA AMABILIDAD: LA MUERTE ES UNA BUFONA QUE SE PRESTA DEL EGOISMO, TU MUERTE ES ÚNICA, MI MUERTE LO ES, IGUAL QUE LA DE LOS OTROS O, SERÁ ÚNICA: LA MUERTE NO ES AMABLE, ES EGOISTA. EN ESE SENTIDO DOY LA RAZÓN A LA NADA, A LO INCIERTO, A LO AGÓNICO, A LO PÚTRIDO: A LA MUERTE QUE ACEPTA EL DOLOR COMO CONDICIÓN DE EVASIÓN DEL MUNDO. A LO PALPABLE, LO QUE SE DESHACE Y SE PUDRE COMO LOS MUERTOS QUE SE RESGUARDAN EN LAS FOSAS COMÚNES Y QUE DE AMOR SÓLO SUPIERON DE LA SOLEDAD.
RIBEXA ZATA (UNA DISCULPA, TENGO UN PROBLEMA VISUAL CASI DE CEGUERA Y NO ESCRIBO CON MINUSCULAS EN LA INTERNET)

Anónimo dijo...

Ya lo decía alguna vez Heráclito: "morir de vida, vivir de muerte". Nuestras moléculas se degradan y mueren, y son reemplazadas por otras. Vivimos utilizando el proceso de descomposición para rejuvenecernos, hasta el momento en que ya no podemos más. Le ocurre lo mismo al amor, que no vive más que renaciendo sin cesar.

Manolo Mojica dijo...

Tsss me dio para abajo con tu texto, está muy bueno (Y)