viernes, 3 de julio de 2015

Pijama: patrimonio familiar

Por azares del destino, ayer en la noche abrí el cajón donde guardo las pijamas, que suele permanecer en el olvido porque prácticamente nunca duermo con ropa de cama, y me encontré una bata de dormir que pertenecía originalmente, creo, a mi hermana. Es muy mona, a decir verdad: es blanca y tiene corazones rojos por todos lados y en la parte del pecho exhibe lo que parece ser un... rábano. Desde esta óptica puede parecer una bata bastante exótica, o por lo menos original, pero en la realidad no tiene nada de eso: es sólo un vestidito de algodón con una verdura cuyo dibujo la asemeja con un corazón más.

Ahora que lo pienso, creo que me dieron ganas de escribir sobre la pijama porque cuando recién la saqué del cajón me recordó también a mi madre, y quizás por una fracción de segundo pensé que había sido inicialmente propiedad de mi progenitora, y me hizo gracia la idea de que ahora había terminado en otra ciudad, en un rincón abandonado, perteneciente a mí. No sería la primera bata de dormir con dicho destino. Pero recapitulo, y creo que ese no es el caso. Me parece que ese camisón no era de mi mamá: la talla no coincide con el tamaño de su cuerpo.

De cualquier modo, tengo la impresión que de lo que realmente quiero hablar es de compartir algunas prendas con las otras dos féminas de mi familia nuclear. Ha sucedido con calcetas, zapatos, blusas y pijamas. Pantalones, faldas, vestidos y blusas ha sido más difícil, por las proporciones tan variadas en los cuerpos de nosotras tres. Algunas veces nos pedimos prestadas las cosas, otras simplemente avisamos que las vamos a tomar, otras no hay más que agarrarlas y en algunos casos oscuros, ha habido la cautela de robarlas con discreción. Aunque esta última práctica seguramente ha sido sólo de mi hermana y mía: mi mamá es demasiado honesta y generosa para andar con estas cosas.

Mi mamá me ha donado algunas prendas que datan de sus años mozos (entre las que destacan un vestido de mezclilla que me gusta con desmesura), pero no es lo mismo. No es eso de lo que quiero hablar. Más bien, de la noción de ser co-propietaria de algo. Del placer secreto de conservar algo que quizás debería de estar en el ropero de alguien más. De tomar un pedazo de tela y disparar recuerdos de otras personas (mi mamá y mi hermana, en este caso) portando esa tela, o peleando por el paradero o el uso de dicha tela, o quejándose o preguntándose dónde está ese pedazo de tela.

En este caso la ropa deja de convertirse en un artículo de uso cotidiano y se vuelve herencia, patrimonio, depósito de la memoria. Con esta bata en particular me parece recordar a mi hermana embarazada o amamantando a mi sobrinita. Y lo suavecito del algodón me recuerda a la suave ternura de mi hermana. Y los corazoncitos me llevan a su melosidad. Y el rábano a que le gusta cocinar. Veo a mi hermana en la pijama. Es como un pedazo de ella. Y aunque casi no la uso, y tengo pretensiones de seguir igual, estoy feliz de saber que la tengo conmigo.

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