miércoles, 31 de agosto de 2011

Niños de la guerra

Llegué al teatro de la escuela primaria Presidente Alemán a unos escasos segundos de que diera comienzo la función. Fue un alivio y al mismo tiempo una sorpresa cuando subí la mirada y pude contemplar la sala en su totalidad: las tres cuartas partes de las butacas estaban ocupadas, sobre todo aquellas que estaban más cerca del escenario. Sólo unas cuatro o cinco filas hacia el final estaban libres. Me dio mucho gusto: por un lado, soy el tipo de persona que acostumbra sentarse hacia el final, tanto en los teatros como en los cines; por el otro, es emocionante ver que un teatro tepiqueño esté así de concurrido. Ocupé un asiento de en medio y tan pronto me senté apagaron las luces. Un agradable aire acondicionado ambientaba el recinto. La inquietud de los pequeñines, que conformaban la mayoría de los espectadores, se agolpaba en mis oídos. Comenzaba una de las matinés de obras de teatro infantil que forman parte del Festival Cultural Amado Nervo 2011.

Los niños actores, ocho (aunque son nueve en la compañía teatral, llamada Tewa Akan), salieron a escena vestidos con una indumentaria sencilla pero que les permitía ser reconocidos inmediatamente: estaban disfrazados de adultos, particularmente de campesinos. Una pequeña niña comienza la narración hablando de su pueblo, un pequeño lugar poblado por gente quejumbrosa, achacada por el terrible mal de la falta de lluvia, que ha traído consigo la infertilidad de gallinas y cabras, de los pozos de agua y de la calma de espíritu. De pronto, llegan sin aviso un par de niños, hablando una lengua extraña y exhaustos por el hambre y el esfuerzo de la caminata desde su pueblo lejano, agobiado por la guerra, hasta esta tierra de gente amargada y encerrada en sí misma. Los lugareños, frente a los pequeños desconocidos, se muestran reacios. Lo que no conocemos lo tememos, y lo que tememos lo odiamos. Los extranjeros, frente al rechazo, se refugian en sus instrumentos musicales y durante la primera noche de su estancia en ese pueblo de gente inhóspita comienzan a tocar una pieza con su pandero y su melódica. Las notas viajan por el aire que respiran aquellas personas herméticas, se meten entre sus sábanas. Al día siguiente, los lugareños despiertan con ligereza, buen humor y la buena noticia de que la lluvia está por llegar. “Eso de la música es una cosa hermosa”, dice el pequeño actor que interpreta al anciano sabio del pueblo. Pero el desprecio hacia los recién llegados continúa.

Con un montaje sencillo pero bello y memorable, un juego de luces nada pretensioso y sí muy efectivo, y un repertorio de pequeñitos con diálogos perfectamente aprendidos y movimientos escénicos que demuestran haber sido ensayados una y otra vez, Niños de la guerra es una obra teatral que habla de temas tan profundos como el temor al otro, la riqueza intercultural (“resultando nuevos sabores y saberes”, dice la actriz protagonista), el horror de la guerra y la empatía del amor o el confinamiento al que nos condena el miedo. Como dice Eliseo Alberto, “el miedo es una camisa de fuerza”. El arte, no obstante, nos hace conscientes estos amarres. Por eso hay que ver Niños de la guerra.

*Tewa Akan es un grupo de teatro infantil de Nayarit dirigido por Alonso Apolinar y conformado por los infantes Roberto David Bueno Larios, Paola García García, Oscar Manuel Gutiérrez Lepe, Claribel Zarahi Soria Sánchez, Saray Elizabeth Hernández Carrillo y Val Cristian Brahans.

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