martes, 23 de diciembre de 2008

Crónica de los primeros días de retorno a mis tierras

La novia de mi hermano y yo feliz, quizá por mi sope sudado. Foto tomada por mitch
Bicho rarísimo que me encontré viviendo en una piedra. Foto mía.

Mi hermano retrató la locura que me agarró en el mar (esto vale por la foto anterior y las que siguen)


Estar de vuelta en mi estado ha sido una cosa excepcionalmente chingona. A apenas 24 horas de haber pisado tierras nayaritas ya ni siquiera estaba en mi ciudad natal.

En cuanto llegué (el viernes como a las nueve de la noche) fueron a recibirme mis papás a la central camionera, a donde llegué cargadísima: una maleta gigantesca repleta de ropa sucia, zapatos y ropa interior (nada mezclado, por fortuna); otra con mis pocas garras limpias y productos de higiene personal; otra con suéteres, mis menjurjes de belleza y mi carpeta de cds; la mochila con mi laptop (que además llené de los libros que quiero leer en estas vacaciones y que están bastante gordos) y por último mi bolsa de mano: Cristo Redentor, no podía con todas las cosas. Había un chorro de vatos esperando sus camiones y todos se me quedaban viendo con caras de “no mames, no sé cómo puede esa morra con todas sus cosas” y, ¡sorpresa! NO PODÍA con ellas, y nadie se ofreció a ayudarme. Como pude me eché TODO encima y empecé a caminar como pingüino por el andén hasta que aparecieron milagrosamente mi fuerte padre y mi acomedida madre, que me ayudaron a deshacerme del peso de las pinches maletas (todavía me duelen los brazos de los escasos metros en que tuve que cargar todo yo sola).

Llegué a mi casa, acaricié amorosamente a mi gata y me metí a bañar. Un poco después fueron a recogerme dos de mis mejores amigas y un muy buen amigo y nos fuimos a nada más y nada menos que la posada de la generación (de la prepa). Qué cosa tan bárbara. Llegué y había una multitud de gente que estaba enterrada en mi memoria (me di cuenta que soy una antisocial total: era de las pocas a las que la mayoría de la gente no veía desde que habíamos salido, o sea, desde hace dos años) y de los nombres de algunos ya ni siquiera me acordaba. Además, fue a Tepic la chava que fue mi mejor top machín amiga en la ¡secundaria! Zaira, la bonita Zaira. En cuanto puse pie en el terreno donde fue la fiesta escuché un grito despavorido y de repente me vi embestida por el demonio de Tasmania. Hasta que habló pude reconocer su voz y me di cuenta que me estaba abrazando febrilmente la loca de la Zaira. ¡Qué loco! Había tantas cosas de qué chismear que ni nos alcanzó la fiesta. Ella se tuvo que ir el sábado por la mañana.

En la fiesta estaban las mismas personas de la prepa, pero con unas pocas arrugas más: los fresas eran los mismos fresas engreídos; los geeks eran los mismos geeks buena onda; los pendejoalivianadosbuenaonda seguían siéndolo… Y según todos, yo estaba igualita (casi todo mundo me dijo que qué pinche culero se me veía el piercing). Pero yo me sentía feliz feliz, de veritas feliz. (Como en la graduación de Alex, endorfinas por doquier en mi cerebro, y sin una gota de alcohol.) Hubo un momento en que me sentí conmocionada, casi abrumada por el hecho de estar volviendo a ver a toda esa gente después de tanto tiempo. Me dio gusto verlos a todos, incluso a los que no me caen tan bien. Las babosadas que me platicaban los fresas hasta me hacían gracia y pensé “¡oh, jajá, qué chistosos fresas pendejos, sin ellos nada sería lo mismo!”

Uno de mis mejores amigos de la prepa, para mi sorpresa, me re-declaró (y en estado de sobriedad) su amor (“la verdad todavía me gustas, Sara”) y me preguntó “¿si no tuvieras novio me darías una oportunidad?” Afortunadamente llegó un güey a hacerle plática y no tuve chance de responderle (que no).

Dos de mis más grandes compas eran novios y ahora tienen pedos de parejas/ex-parejas y cada uno por su lado (y de su manera) me contó que onda con la relación. Y sin esperármela, él hizo que se me subiera el ego:

El (después de que me contara la situación y yo lo escuchara y opinara): deberíamos clonarte, Sarita.

Yo: ¿Clonarme? ¿Por qué? ¿Para que haya una Sarita en Tepic y otra en Guadalajara?

El: No, para que el mundo fuera un lugar más honesto.

Aaahhh, los buenos amigos sube egos…

Me metí a mi casa temprano porque tenía un montón de sed y mi botellita de agua de medio litro se me había terminado y en la fiesta no había más que alcohol y no quería y… el caso es que me metí temprano (como a las tres de la mañana, pues). Me puse otra vez a quiquearme con mi gata y a leer un rato hasta que me quedé dormida como a las cuatro.

En la mañana de repente nomás sentí un bulto GIGANTESCO encima de mi cuerpo y pensé “¿desde cuándo Janis (mi gata) pesa tanto?” Pues no, resulta que era mi hermano echándose una y otra vez encima de mi cuerpo inconciente, cual luchador libre frustrado. El caso es que era su manera sutil de despertarme porque dizque nos íbamos a Vallarta. Yo nomás no podía despertarme. Cuando lo logré había unos suculentos tacos de carnitas esperándome en la cocina. Me los engullí, me puse la ropa de la noche anterior, metí ropa a una mochila y estuve lista. Mis papás ya se habían ido porque tenían una junta en una playa cerca de Vallarta y yo me fui con mi hermano y su novia. En el camino escuchamos Ismael Serrano, Mecano y The Kooks, con quienes me excité terriblemente porque su música es simplemente la mera sensación. Llegamos a la playa donde estaban mis papás y NO MAMES, es el cielo. Se llama Chacala, está como a una hora de Vallarta y es un lugar paradisíaco. Mis papás estaban ahí porque andan muy metidos en varias ONGs en pro del desarrollo turístico sustentable y allí hay un hotel muy alternativón cuya dueña forma parte de una de esas organizaciones. El caso es que llegamos y yo me fui corriendo a la playa. Me sentí TAN feliz. Me sentí aún más feliz que la noche anterior. La vista era hermosa, el agua estaba bien rica, el sonido del mar era embriagante y yo me sentía libre, sencilla, desnuda, enamorada de la vida. Me di cuenta que por más sola que esté, estoy siempre en buena compañía. Y además me di cuenta que no quería compartir ese momento con nadie. Por un momento pensé en la típica cursilería de “ay, me gustaría que no-sé-quién estuviera aquí” pero luego me puse a reflexionar y la verdad es que estaba feliz así: sola, únicamente conmigo misma.

Descubrí unos bichos raros viviendo en las piedras y me encontré con caracoles y canté canciones de The Kooks y grité desaforadamente.

Luego me quedé un rato dormida bajo el solecito, hasta que mi mamá bajó al área del mar y me gritó que era hora de comer (para entonces ya se habían ido mi hermano y su morra). Subí al restaurante y la gente de la reunión seguía discutiendo asuntos de ciudadanía, capitalismo, democracia participativa y etc. Muy interesante todo. Salí pensando que de tal palo tal astilla. Además de que estaba digiriendo el mejor ceviche de pescado de toda mi vida.

Nos fuimos del lugar mis papás y yo y jijijí jajajá en el camino. Llegamos a Vallarta con hambre y nos fuimos a cenar a unos tacos premier que están cerca de la casa. ¡Qué buen chorizo venden en ese lugar!

Después nos fuimos a dar el rol por el malecón y cuánta pinche gente y cuánto pinche gringo.

El domingo lo único digno de ser mencionado es que hice una de las mejores compras de los últimos tiempos (dos pares de chanclas de colores padrísimos, súper cómodas y baratas) y que compartí tiempo de calidad con mi papá: me enseñó cuestiones de electricidad (me electrocuté, por cierto. Estuvo leve pero en toda la tarde no se me quitó un dolorcito de cabeza y hombros) y a poner faroles. ¡La vida puede ser tan amable!

3 comentarios:

Micro dijo...

leo felicidad y dulzura que sólo la añoranza puede ocasionar.

Tendrás que invitarme a esa playa, o igual darme señas de cómo llegar.

Luego te cuento de paralelismos que me hacen feliz.

Manolo Mojica dijo...

Uuuh yo ya he ido ahí, hace mucho. Está cool!

Haha "tiempo de calidad" suena como una traducción barata.

Yo Pretencioso dijo...

Volver, volver, voooooooolver. Está de lujo regresar a lo que uno extraña, regresar a "uno". ¿Qué era ese bicho blanco? Saludos! Feliz 2009