Zoe del Carmen García Navarro desapareció en Tepic el
primero de octubre. Fue sustraída de la realidad cotidiana cuando el sol estaba
en el zenit, en la colonia más antigua y más concurrida de la ciudad: el
centro. Zoe tiene (¿tenía?) una complexión física parecida a la mía, aunque
ella es siete centímetros más alta que yo. Tiene también, como yo, el cabello
rizado y oscuro. Se la ve risueña en las fotos. Tiene 26 años, pocos más que
yo.
En mi ciudad, y sobre todo últimamente a causa de la
narcoviolencia, hay muchos secuestros y la gente va y viene, y a veces, como
ésta, sólo va. Su mamá declaró al noticiero de la televisión local que su hija
le dijo que iría por sushi y a comprar un vestido. Es algo que yo también le he
dicho a mi propia madre.
Zoe, además, tiene una enfermedad psiquiátrica llamada
Trastorno de inmadurez; quienes la padecen tienen una apariencia física normal
pero su desarrollo intelectual puede alcanzar un nivel máximo de un niño de
diez años. Hace tiempo escribí un cuento que se llama Rosa, que está antologado
en un libro que en el marco de la FIL verá la luz, y que tiene como personaje
principal a una muchacha con este padecimiento.
Todo lo anterior lo explicito para dejar claro hasta qué
punto me sentí identificada con Zoe. Lo primero que pensé cuando vi en una
heladería el cartel que anunciaba su desaparición fue que yo pude haber sido
ella.
Algunas semanas después fui al cine a ver la película
mexicana Miss Bala, seleccionada en el Festival Cannes. Miss Bala es una joven
cualquiera que tiene el gusto caprichoso de convertirse en Nuestra Belleza Baja
California, lo cual no tiene nada de condenable: aspiraciones las hay de todos
los tipos. La desgracia de esta muchacha es haber nacido en Tijuana y llegar a
su segunda década de vida en medio de un conflicto político y militar que se le
ha salido de control a todo mundo.
El único error con el que podríamos juzgar al personaje de
Miss Bala es el de haber confiado en un agente de tránsito, que a su vez la
entregó en bandeja de plata a una banda delincuencial que sin contemplaciones
ni necesidad de autorización hizo de ella un títere. La sometieron a golpes,
interrogatorios, violaciones, atentados, amenazas, tráfico de drogas. Y ella
estaba orillada a dos opciones: obedecer o morir. Finalmente, cuando ya no fue
útil para quienes hicieron de ella un objeto sexual y comercial, se deshicieron
de ella abandonándola en un lugar donde no resultara un peligro, dejándola
indefensa, sola, vulnerable, desprotegida.
Quizás eso fue lo que le pasó a Zoe. Quizás confió en un
agente vial, o en un policía, y ahora esté bailando en la pista de un bule de
mala muerte, confundida porque su enfermedad psiquiátrica no le permite
comprender lo que pasa. Quizás eso nos pase un día normal a cualquiera de
nosotras, mexicanas, por el simple hecho de haber nacido bajo el estigma del
sexo débil en este país donde sólo se finge la política, la democracia y el
respeto por la vida. En México, todas somos Miss Bala.
2 comentarios:
miss bala...
todo es una extraña sinfonía
aprendemos de la bondad des-pués de tanta maldad....
Que frialdad
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