miércoles, 11 de diciembre de 2019

Conversaciones con mi papá


Quisiera comenzar un diálogo con mi papá. ¿Por qué será que no podemos conversar con los muertos? ¿Por qué es un lujo utópico platicar con quienes ya se han ido? Me parece tan absurdo e incoherente. Se sabe que los extrañamos. Se sabe que se llevaron consigo sus historias, secretos, las historias de alguien más, trozos de la Historia. ¿Cómo es que no tenemos acceso a ellos?

Me gustaría contarle que he estado siguiendo el ejercicio periodístico de un par de medios informativos acerca de la frontera entre México y Guatemala, las miserias que ahí se viven, la gente que permiten que se muera, el arresto de facto de miles de migrantes desesperados por huir de la muerte y la miseria y se topan con el México más miserable, en toda la extensión de la palabra.
Te diría, papá, que en la misma semana leí acerca de las condiciones paupérrimas en que viven los empleados de las empresas bananeras tanto en Chiapas como en Guatemala, y también de la esclavitud de facto en la que se encuentran los trabajadores del hule en Tailandia que le proveen a las más grandes llanteras del mundo la materia prima esencial con la que producen sus bienes y con ellos se enriquecen. Y que en el lapso de la misma semana en la que supe lo anterior, me enteré de un incendio en una fábrica en la India en la que murieron decenas de trabajadores que vivían en el recinto porque su sueldo menor a veinte euros al mes no les permitía pagar una renta.

Quiero decirte, papá, que parece que el mundo está en llamas y yo siento que me quemo junto con él.
También quisiera contarte que a una de mis amigas más preciadas le dio una golpiza su pareja, y ahora está llena de moretes, en su pequeña casa con una puerta que es sólo un trozo de madera mal instalado con sus dos hijas menores de edad que acaban de parir a su tercer y cuarta nietas, y con un ingreso económico inferior porque ese celoso compulsivo que escogió como novio era también un gran sostén para las finanzas domésticas.

Te diría que hoy formé parte de un encuentro virtual de mujeres escritoras de todo Iberoamérica y fue a la vez esperanzador y devastador porque me siento viva y acompañada pero también me doy cuenta de lo indefectiblemente solitaria e incomprensible es la maternidad. Al parir a tu nieta, tu segunda nieta, mi única hija, me he convertido en un animal de otra especie, y a veces temo no encontrar las palabras adecuadas para describir a los otros animales cuál es mi condición y mi experiencia y mis necesidades y mi sufrimiento.

Si pudiera hablar contigo en este momento no tendría qué decirte que estoy llorando, porque lo atestiguarías. Aunque probablemente quisieras que parara. Me pedirías que me secara las lágrimas o los mocos. Nunca fuiste muy emocional. O muy emotivo. ¿Cuál será la diferencia de significado de esas palabras? Quizás no fuiste ninguna de las dos. A lo mejor fuiste ambas y lo escondiste y lo reprimiste tanto que tu corazón ya no pudo más y simplemente se detuvo en un momento atroz en que te causó dolor y le pidieron a mi mamá que saliera un momento y ya no pudo despedirse bien de ti y después, ya muerto, ella sí que pudo hablar contigo y escuchó clarito que le decías que cuidara a los muchachos.

Estoy bien enojada de que te hayas muerto, papá. Me caes bien mal. Aunque esto no te lo diría si estuviéramos charlando. Qué descortesía, caray. Te tengo mucho respeto y gratitud como para escupirte eso a la cara. Aunque con el tiempo he logrado entender que todas las personas a las que amo me caen mal con cierta regularidad.

Yo creo que te caía mal a ti con cierta regularidad. A cada rato me reclamabas o me reprobabas o me exigías. Es uno de los grandes misterios de mi vida. ¿Por qué mi papá sería tan bonachón con mis hermanes y conmigo no? Ellos dicen que porque yo me vestía muy mal y para ti eso era muy importante y te daba enojo y frustración pero yo sé que por mucho que te importaran las apariencias no te podrían haber importado a ese grado y que en realidad yo te disparaba quién sabe qué cosas de quién sabe qué pasado remoto y quizás me veías a mí y te veías a ti mismo y te caías mal y yo te caía mal. ¿Qué pasaba, papá? Explícame, por favor.

También me gustaría preguntarte cómo fue para ti tener un puesto político en un sexenio priísta. ¿Cómo era esa gente? ¿Cómo eran las reuniones de trabajo, y peor aún, las sociales? ¿Cómo sobrevivió mi mamá ese mundo y a esas personas? ¿Cómo le hiciste tú?

¿Qué recuerdas de tu infancia, además de la pobreza y el silencio impuesto a fuerzas por tu padre a la hora de las comidas? ¿Te pegaron? ¿Quién? ¿Abusaron sexualmente de ti? ¿Quién? No pasa nada, papi, a mí me puedes contar. A mí también me pasó. Fue tu sobrino Daniel y yo tenía cinco años y te moriste sin que te lo pudiera decir porque en esos años para mí era todavía una fuente de inmensa vergüenza de la que gracias a la vida he podido librarme. Estoy enojada porque fue en la casa de tu mamá y tú me tenías que haber estado cuidando y aún así pasó. ¿Pues qué chingados pasó, pues? No quisiera reclamarte, papá, pero no mames. No te preocupes. Ahora lo hablo a los cuatro vientos para curarme y para curar a todo mundo y para que ya no vuelva a pasar y para que mi hija tu nieta esté a salvo por siempre de ese pinche mal invisible y silencioso pero pesadillesco y aterrador e hijo de la chingada que es el abuso sexual.

También estoy enojada con tu presencia mínima en la casa. Siempre estabas trabajando, chingada madre. Cuál lavar trastes y poner la lavadora y hacer de comer y tender la mesa. Bueno, yo qué chingados me meto, ni que hubieras sido mi marido, eso le hubiera correspondido a mi mamá. Yo nomás te digo que no estuvo chido que mi mamá tuviera tanta carga y eso la tuviera estresada y enojada siempre y por lo tanto viniera a recalar con nosotres. Bonita chingadera.

También quisiera contarte que hay una canción emancipadora y hermosa que anda circulando y que yo ya canté en el corazón y en las entrañas y dice que el abuso sexual no fue mi culpa ni dónde estaba ni cómo iba vestida. Latinoamérica está encendida y brillante, papá, de formas vitales e intimidantes también. Aunque México aún está más o menos dormido. Pa variar.

Por fin ganó López Obrador, pa’. Me gustaría saber tu opinión sobre tu desempeño y las mañaneras y el tren maya y el pinche aeropuerto y las mamadas que a veces dice y decide y que a todos nos afectan, cómo no.

Ya me voy, gordo. Tengo una escurridera de mocos y la gata ya se me sentó en el regazo y si se queda dormida me va a dar más lástima despertarla y mejor me voy ahorita a sonar y a desentender del mundo y a quedar un poquito más en paz con esta bola de enojo y tristeza y duelo que no parece quererse ir a chingar a su madre nunca. Te amo. Luego le seguimos al chisme.

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