sábado, 2 de mayo de 2015

Sobre la vocación

Desde que tengo uso de la razón he dicho que quiero ser escritora y profesora. Además de estas ocupaciones, en diferentes momentos de mi vida he agregado otras. Recuerdo que en algún momento formaba parte de la lista ser periodista (que salió tan pronto experimenté el oficio de reportera), y en algún otro, más cercano al día de hoy, se coló el de diseñadora de accesorios (incluso me compré un libro de cientos de páginas, lleno de fotografías de joyas hechas por diseñadores sobresalientes de todo el mundo).

Al primero que muestre interés o disposición para escuchar le cuento que tan pronto aprendí a leer y escribir, a los seis años, empecé a crear poemas que dejaba en cuadernos, en cartas, en servilletas, en diarios abandonados y en hojas blancas que, con atino y ternura, mi madre decidió conservar. Y también les cuento que apenas cumplí la mayoría de edad dio por iniciada mi carrera como profesora, para adolescentes en comunidades marginadas, para poetas aficionados, para seminaristas y futuros sacerdotes, para adolescentes adinerados...

Hoy estaba platicando con una mujer joven (40, 45 años) que se dedica a limpiar casas, y me decía con toda tranquilidad que tiene dos hijos, de 21 y 17, y que ahora se está encargando de otros dos niños, de cuatro y dos años, puesto que la vida así lo dispuso. La madre de las criaturas es sobrina de su marido, tiene 21 años y los dos hombres que la hicieron madre están encarcelados, uno en Jalisco, otro en Colima. Esta joven, por su cuenta, ha encontrado a un nuevo Romeo (con altas probabilidades de terminar pronto en la cárcel, según dictan los antecedentes) y hace cinco meses dejó a su descendencia con esta mujer con la que hablé, sin pedírselo, sin disculparse, sin enviar dinero para el sustento de los menores. Y ella lo cuenta con toda tranquilidad. Mima y regaña a los niños como si fueran suyos; pide ayuda a familiares cuando hay gastos extras o cuando le hace falta tiempo para cuidarlos. Y los días transcurren. Me dice que estaba acostumbrada a estar sola con su marido pero que, frente a la doble demanda que tiene la sobrina de su esposo ante el DIF, ellos esperan poder obtener la custodia.

Ayer hablaba con un albañil sobre su carrera en ese oficio y, en realidad, sobre un poco de todo. Es oaxaqueño y el triqui es su lengua materna. Vino a Puerto Vallarta a estudiar la preparatoria y durante el primer año conoció a una muchacha de la que se enamoró y desertó de los estudios. A los 17 años comprometió su vida a su novia y con ella tiene ahora dos hijas. Su suegro suele ser su jefe en la obra. Cuando le pregunté qué parte de la construcción era la que más disfrutaba, me respondió que ninguna. Que si por él fuera se dedicaría a otra cosa, y que trabaja en la albañilería únicamente por necesidad. "Hay gente que sueña con ser licenciado, o maestro... Pero yo nunca tuve eso", me explica.

Y ahora estoy pensativa. ¿Qué es eso de la vocación? ¿Cuándo surgió el concepto? ¿Ha habido siempre sujetos que tienen un intenso y claro deseo sobre qué ser/hacer en la vida? ¿O han sido oficios heredados? ¿O han sido talentos inherentes, indiferentes a los deseos de sus portadores? Me pongo a recordar, y casi todas las personas que conozco nacidas a partir de los años '40 se desempeñan en un área porque: 1. sus padres así les enseñaron o les pidieron o les ordenaron; 2. era la única opción o la mejor de entre las que se les presentaban; 3. porque era lo que los demás estaban haciendo o era lo más prestigioso en el momento; 4. por razones de sexo. Es decir: necesitaban dinero para vivir y se avinieron a lo que la vida les presentó. Una actitud a lo Forrest Gump. Pero conozco pocos adultos de la tercera edad o próximos a ésta que hayan realmente soñado o deseado con la actividad a la que comprometieron muchos años de su vida. Incluso algunos escritores con los que he dialogado me han comentado que se han dedicado a la literatura a regañadientes.

Sin embargo, una de las máximas que circulan hoy en día como ingrediente para la felicidad es "haz lo que te apasiona", "sigue tus sueños", "decídete por lo que te haga feliz". ¿Y la gente que no tiene sueños portentosos, o que éstos no se vinculen a lo laboral? ¿O las personas que no se sientan exaltadas o poseídas por una intención o una actividad? ¿Y los indecisos? ¿Y los megalómanos? ¿Y los creativos e inventores sin disciplina o método?

Intuyo que esta moderna propaganda alrededor de la felicidad y la consecución de las ilusiones nace de la realidad de que ya no hay estabilidad laboral, jubilación o salario suficiente para una vida digna. Así pues, si estudiar farmacobiología, ser dentista o secretaria de un contador no te da para vivir con decoro y además te desagrada, pues no pierdas el tiempo: mejor aventúrate en algo que quizás tampoco te vaya a proveer una existencia de comodidades y lujos, pero por lo menos te entusiasmará y con éste ímpetu puedes lograr más que con la gris apatía de la rutina y la cotidianidad.

Hace relativamente poco leía el tuit de una chica que decía algo así como "no se vayan con la idea de que una vida sin grandes sueños es una vida mediocre" y sonreí en complicidad, porque hace algunos años yo tuve la misma idea, que probablemente quedó consignada en el diario en turno. Fui al cine a ver una película española cuya historia era la de un joven arquitecto que conducía una bici y amaba profunda y sinceramente a su novia, una cajera de supermercado sin mayores aspiraciones en la vida. La madre del chico le reprochaba la decisión de permanecer con ella, una cualquiera, siendo que él tenía un futuro tan brillante como artista. Recuerdo haber llorado al salir de la sala, porque el amor entre los jóvenes era muy auténtico y al final, un día cualquiera, al protagonista lo atropellan mientras maneja su bicicleta.

¿Qué pasa con quiénes sólo tienen interés en ser, en estar? ¿Sin adjetivos calificativos, verbos de acción u objetos directos? Confieso que incluso yo, con frecuencia, me siento con voluntad únicamente para leer y escribir acostada o sentada en mi cama. Y no con fines de perseguir una carrera como autora exitosa, sino por el puro placer de la lectura y la pura necesidad expresiva. Nada de tener un trabajo con horarios u obligaciones o legado. Nada de planear clases, revisar exámenes o callar estudiantes. Ningún mandado o excursión a la calle. ¿Habrá vocación para ser humano?

3 comentarios:

Unknown dijo...

No cuenta como compra tuya cuando te regalan las cosas....

Zabioloco dijo...

jajaja yo tengo vocación de iguana o de lagarto. O piedra de río...

Zabioloco dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.