jueves, 19 de febrero de 2009

A veces todo parece tan perfecto o Crónica de lo que va del día

Me levanté a las 7 de la mañana para ir a nadar. Me puse el traje del baño, bajé las escaleras de mi edificio que a esa hora parecen tan lúgubres y crucé la calle. Llegué a la alberca (es que literalmente sólo tengo que cruzar la calle) y me encontré con que estaba absolutamente sola. Era un desierto de agua. Y dentro, muy dentro, casi como si fuera un placer culpable, me sentí feliz. Me quité la ropa y me metí al agua. Así estuve un rato, nadando sin ser vista. Sin existir, casi, porque nadie tenía pruebas de ello. Después llegó Luis, mi entrenador, que tiene unos 20, 22 años. Me puso a hacer diferentes cosas y en una de esas, a la hora de respirar, tragué muchísima agua y por un segundo se me cerró la garganta y no pude respirar. Entonces llegó mi fantasía erótica matinal. Mientras me ahogaba me imaginé (¿qué coño dirá de mí el hecho de que aún mientras mi vida "peligra" yo tengo oportunidad de pensar en sexo?) que la cosa se ponía peor, que jamás se volvía a abrir mi garganta para recibir aire y que me empezaba a ahogar. Luis, por consecuencia, se quitaba, ¡se arrebataba! la ropa para lanzarse a la alberca y nadar rapidísimo hacia mí. Saboreé en mi mente el momento en que se quedaba en ropa interior y mis ojos se encontraban con su desnudez deliciosa (eso fue un taco de ojo y no mamadas); saboreé que se preocupara tanto por mí; saboreé sus brazos fuertes que me agarraban especialmente fuerte. Ya que había terminado de toser volví hacia la orilla de la alberca, donde me esperaba Luis (con ropa, por supuesto) y con su voz grave pero casi empalagosa me preguntó "¿estás bien?". Y como si mi fantasía estuviese hecha de un cristal caro, se cayó y rompió en miles de pedacitos.
Terminó mi hora de ejercicio y subí a bañarme y demás. Llegó la hora del desayuno y entonces me hice mi jugo de naranja y un licuado súper especial (que mientras lo preparaba me cayó del cielo la sensación de que así estaba yo bien, de que ese momento de cocinarme el desayuno era la expresión de mi máxima felicidad cotidiana): papaya, guayaba y plátano con avena y un poco de azúcar mascabada. Me quedó exquisito. Y para rematar, un plato de frijoles con chorizo que mi mami me hizo y trajo cuando vino hace poco. Terminé tan llena que me di un poquito de asco.
Me lavé la boca (procurando que estando inclinada hacia abajo no se me saliera el desayuno) y me salí de casa.
Me subí al camión y me senté escuchando música al lado de la ventana, hasta atrás. Mi lugar favorito. Casi se me olvida bajarme en Las Águilas para comprar transvales. Los compré, me trepé a otro camión y en la parada de Las Fuentes me pasó algo muy raro: en mi lugar favorito (que ya estaba ocupado para cuando me subí a este segundo camión) estaba sentado un chico de unos 16 años, con un cabello castaño claro hermoso y unos ojos inconsolablemente tristes que seguían todo cuanto podían del otro lado del cristal de la ventana. Y fue, en ese instante mismo mientras lo observaba, el personaje perfecto para una película dramática. Era un personaje que yo hubiera creado y amado. Y cuando estaba cerca de la puerta para bajar del camión me di cuenta que delante de mí estaba un chavo bajito, gordito y con cara de muy simpaticón. Me cayó bien en cuanto lo vi. Y cuando nos bajamos me di cuenta que traía unos pantalones grises atrincadísimos (o sea, bien pegaditos) y que meneaba las caderas con una soltura envidiable.
Llegué a la parada donde se detiene el camioncito del ITESO y pensé "qué hueva esperar a que no llegue nunca" y me vine caminando. En el camino pasaron dos cosas que a mí se me antojan insólitas:
-me topé con un vagabundo que estaba negro de mugre, me le quedé viendo y él a mí; cuando pasé a su lado me levantó la mano y me saludó con un gesto casi diplomático... yo le sonreí.
-un policía se portó caballeroso y atento.
Lo único que me ha faltado en todas estas horas que llevo despierta para ser completamente feliz, es volver a ver a mi amigo Robert, volver a ser su maestra de inglés a las nueve de la mañana. Hacía algún tiempo que no sentía tan drástica la ausencia de alguien.

Por último:
-México es el segundo país con más cirugías plásticas en el mundo.
-México es el país que más consume tintes para el cabello color rubio en el mundo.
Parece ser que la mayoría de mis compatriotas se creyó el cuento de la barbie.

Por de veras último:
ya publiqué mi primer cuento como albañil en ladrillos de tinta

6 comentarios:

alter-ego dijo...

Mi mandarinita, dos cosas:
Primera definitivamente tienes que darme la dirección de tu escuela de natación. Por cierto, sería mi octavo entrenador, el segundo súper sexy y el tercero de nombre Luis en mi haber.

Segunda: Gracias!

Bisous!

saRa Mandarina dijo...

Si te quedaste con la idea de que mi entrenador es sexy entonces fue error mío. El vato NO es sexy, es un güey promedio pero mi yo erótico se inventó en mi lapsus eroticus que era sexy, no es que lo sea en realidad.

alter-ego dijo...

:( Esa si es una mala noticia. Pero en fin, gracias por el momento erotico, lo unico que me queda en estos dias (plop).

mitch dijo...

mucho mejor. gracias por la dosis de mandarineidad... por cierto, borra los 3 posts anteriores. besos!!

Unknown dijo...

me gusto mucho tu blog irreverente sin caer en lo vulgar te felicito

Unknown dijo...

me gusto mucho tu blog irreverente sin caer en lo vulgar te felicito