miércoles, 24 de marzo de 2010

De cómo si los dioses nos odian, estamos destinados al fracaso

Este es el ensayo que escribí aquella vez que hice la actualización absolutamente idiota sobre mi vida para mis fieles lectores. Fue escrito para mi clase de Mitología y está pensado en La Odisea.

Hace poco, apenas (reconozco la vergüenza pronto, ahora que recién comienza este texto), supe de forma somera, aunque extensa, la historia detrás de la Ilíada y la Odisea, nombres tan conocidos que su uso excesivo parece haberlos vaciado de significado.

Conforme escuchaba el relato (tuve el indecible placer de haber oído la historia y no de leerla, recordando así una época que nunca existió para mí pero que extraigo del imaginario colectivo, donde mi abuelo me sentaba en el piso frente a él y me contaba sus aventuras de otrora), me daba cuenta que la presencia de los dioses griegos era muy repetida. Estaban en todos lados, en los peores y los mejores momentos. Hacían alianzas, castigaban, favorecían. Eran intransigentes, comprensibles, empáticos, excesivos y caprichosos. “Qué raro”, fue lo primero que pensé. “Qué raro que intervengan precisamente en las situaciones en que todo parece perfecto o insalvable; qué raro que parezcan tan humanos y al mismo tiempo tan ajenos, tan poderosos y dueños de sí mismos”.

Después, me cayó el veinte (el maldito/bendito veinte casi siempre cae después). Los dioses no existían, y quienes escribieron estas historias, tampoco creían en ellos. Los dioses son los personajes. Pero ojo. No quiero decir con esto que los personajes son dioses. No. Quiero decir que todas las acciones que se veían afectadas de forma positiva o negativa por los supuestos dioses, eran inducidas directa y únicamente por los mismos humanos protagonistas de las historias. Eran ellos quienes sacaban las fuerzas para triunfar o para perder, para conseguir o para olvidar, para llegar o para perderse.

Así, pues, en una premisa lógica, podemos decir que si los dioses somos nosotros, y los dioses nos odian, podemos certeramente afirmar que estamos destinados al fracaso, porque si los dioses nos odian, esto no quiere decir otra cosa que nosotros nos odiamos a nosotros mismos, y por tanto nos tenderemos trampas y auto boicots.

Ahora, aterrizándolo en la historia de la Odisea, bien podemos decir que no fue el enojo de Poseidón, el rey del mar, lo que inició la serie de fatales aventuras por las que tuvo que atravesar Ulises para volver a su tierra, al amor, y finalmente, a sí mismo. Fue el propio Ulises quien se impuso un castigo o se recetó una aventura que se le salió de las manos. Es más, podríamos simplemente decir que Homero escribió una historia de amor verdaderamente perdurable: no importa la separación, las dificultades que cada uno afronta por su cuenta los une y fortalece como pareja.

En conclusión, lector, les pido que no olviden que tras estas historias épicas, quienes mueven los hilos no son los dioses, sino los hombres, y que en nuestras historias cotidianas, épicas o no, quienes vivimos y decidimos cómo hacerlo, somos nosotros. Ningún dios detrás de escenas.


3 comentarios:

Unknown dijo...

Hola querida hermana! la mitologìa griega juega un papel importantisimo en el surgimiento de la filosofìa. El paso del mitos al logo no hubiera sido posible sin el genio creador de Homero y Hesiodo. Los dioses en efecto poseian las mismas cualidades que los hombres... amaban, odiaban, pecaban, por lo tanto los siguientes intentos de los grandes filosofos fue la de encontrar un orden y armonia en el mundo que no dependiera de las pasiones del espiritu, ya fueran de los hombres o de los dioses. Homero me fascina y desde que lo lei pienso que su aportacion es magnifica ya que sin èl, mi querida hermana, no existiria el logos, la razòn, entendiendo por esta aquella que nos autoregula y nos hace ser mas humanos...
Te quiero!

Shio López dijo...

Hola querida Mandarina, felicitaciones por tu ensayo, me ha gustado muchísimo, sólo una observación en tanto a tu premisa lógica que me parece interesante comentar:

1.si los dioses somos nosotros

2.y los dioses nos odian

entonces,

3. nosotros nos odiamos a nosotros mismos,

por lo que es incorrecto afirmar

4 que "estamos destinados al fracaso",

Podemos odiarnos mucho y todo el tiempo y ser muy exitosos, todo depende de cómo entendemos "éxito y fracaso".

Es muy bonito e interesante el ejercicio que has hecho, puesto que es posible ver, lo que ocurre cuando agregamos una nueva premisa a un razonamiento, y las complejidad de conciliar el ser creativa cuando lo que se pretende es la corrección formal de un argumento.

Un abrazo enorme!!

Octavio Aguirre dijo...

Mera interpretación lógica de la filosofía griega. Vivan las analogías.

Felicidades, excelente texto.