jueves, 25 de junio de 2015

Pizza artesanal

El fin de semana pasado mi esposo y yo estuvimos en ciudades diferentes, cada uno por su cuenta. Uno de esos días me envió una foto al whatsapp de lo que iba a comer. Era una caja de pizza que tenía una leyenda grande en la que se leía: ARTESANAL. Con las prisas no abrí la imagen para hacerla más grande y verla con cuidado, pero inmediatamente asumí que había ido a comprar comida italiana a algún lugar nuevo de gente que estuviera emprendiendo un negocio. La verdad es que me imaginé a unos jóvenes bien intencionados con ingredientes locales y orgánicos y con opciones veganas y vegetarianas. Me imaginé a unos hipsters, pues. 

Cuando nos reunimos, sin embargo, salió el tema en una conversación y escucho a mi marido mencionar algo sobre el nuevo producto de Domino's, la gran empresa transnacional de comida del mediterráneo adaptada a la versión estadounidense. ¡¿Qué?! ¡¿Domino's tiene pizza artesanal?! ¿¿Cómo es eso posible, y qué diablos quiere decir? 

En la maestría un profesor nos compartía un mapa de tendencias del mundo entero en distintos años. Este mapa está hecho como el del metro de una ciudad: puntos de distintos colores que están interconectados por líneas también multicolores. Cada punto, como las estaciones de metro, varían en tamaño: mientras más grande el círculo, más grande la estación, o la importancia del tema, en este caso. Así pues, el mapa de tendencias era en realidad la exposición gráfica de los temas o fenómenos más sobresalientes en determinado año. 

En el 2013 o 2014, no recuerdo, el círculo más grande era el de Home, u Hogar. Muchas otras líneas que a su vez se conectaban a otros puntos convergían en esta palabra. ¿Y qué quiere decir esto? No se refiere a la necesidad de vivienda, a los créditos hipotecarios, al boom demográfico o a la alza en la construcción. Se refiere, en realidad, a la búsqueda de comunidad: bienes y servicios que nos puedan hacer sentir parte de algo más grande que nosotros como individuos; cosas tangibles o intangibles que nos recuerden a la familia, a lo cálido, a la confianza depositada, al bienestar. 

Esta tendencia tiene mucho sentido si nos ponemos a pensar en que la tendencia del mundo laboral y financiero va en dirección completamente contraria: falta de tiempo libre, tráfico en las calles, encarecimiento del costo de vida, vulgarización de los políticos, neo-esclavitud empresarial, acoso bancario, migración forzada, inseguridad en las calles, etc. Los seres humanos nos sentimos devastados ante una realidad así de estéril y desesperanzadora, y por eso luchamos por sentirnos mejor. 

Movimientos como Slow Food, Couchsurfing, alimentos orgánicos, libros de superación personal o grupos de meditación están al alza, reclutando gente que quiere hacer algo por sentirse menos enajenada y un poco más humana. Sin embargo, como en todo, siempre hay charlatanes. 

Hace varios años leí en una entrevista en la revista Rolling Stone una reflexión que decía algo así como que la moda lo absorbe todo. No recuerdo la frase exacta ni la persona entrevistada, pero esa idea se clavó en mí para siempre, porque es muy cierta: las rastas, las tachuelas, el cabello de colores exóticos, las crestas, las perforaciones, los tatuajes, las botas militares... La lista de objetos que en algún tiempo eran símbolo de rebeldía y de transformación, se han convertido en un accesorio más para lucir bien, para ser cool. 

Y de este mismo modo, las iniciativas sinceras e inteligentes por aportarle algo al mundo haciendo las cosas diferente, se van desdibujando y opacando con la presencia de productos y empresas que dicen ofrecer lo mismo, pero bajo la apariencia existe un producto que es el mismo que siempre, disfrazado y maquillado para ser mejor aceptado. Y para un comprador despistado o desinformado, el auténtico y el simulado pasan a ser la misma cosa.

Claro que estos movimientos sociales internacionales causan un efecto positivo, aunque los grandes corporativos intenten secuestrarlos, tan sólo por el hecho de que obligan a las grandes empresas a ser mejores, a través de la conciencia que en mayor o menor medida logran formar en los usuarios. Pero no termina de asombrarme los esfuerzos que emprenden los Grandes y Poderosos por apropiarse justamente de su adversario, para así asimilarlo y finalmente destruirlo. Cuando antes un pantalón acampanado gritaba "¡Paz!" o "Fin a la guerra de Vietnam", ahora Forever 21 te ofrece 3x2 en sus prendas hechas en China con la más barata mano de obra. Los símbolos se vacían para que terminen por significar nada y para que a la gente le resulte más fácil el olvido.

Lo artesanal es otra de las cosas que se ha puesto en boga en los últimos años: la maestría que un individuo o una comunidad ostenta en la creación y producción de un objeto y la esencial personal o cultural intransferible que tiene cada una de las creaciones. Artesanal puede ser casi cualquier cosa: bebidas, comidas, zapatos, ropas, lentes, joyas, floreros. Y por supuesto que puede haber pizzas artesanales: con ingredientes o modos de preparación distintivos, fuera de lo común, que recuperan una tradición antigua o perdida. Pero que un corporativo de comida rápida como Domino's quiera hacerme creer que están haciendo pizzas artesanales va por completo en contra de la lógica y el sentido común: Domino's y la pizza artesanal son mutuamente incompatibles: o es una cosa o es la otra: no se puede ser ambas. 

Si un pizzero artesanal vendiera una rebanada de Domino's queriendo hacer creer que es producto suyo causaría polémica y rechazo y probablemente marginación para el fraudulento. Pero lo contrario causa júbilo y es bien recibido. ¿Por qué? ¿Porque tienen los recursos financieros y mercadológicos para hacernos creer que así es? ¿Porque la tipografía que escogen y el empaquetado son convincentes, nos recuerdan algo que es precisamente lo opuesto a lo que ellos representan? Recordemos: detrás de la pizza "artesanal" de Domino's no hay un artesano que ha puesto años y esfuerzo y dedicación y pasión al arte de la pizza: hay un hombre en traje hecho a la medida, con zapatos de miles de dólares y reloj de miles de dólares y una limusina con chófer, que ha comprendido que esa nueva rama en su empresa le traerá más dinero para, probablemente, destruir más al mundo y esclavizar a más gente y engañar a más gente.  

lunes, 22 de junio de 2015

Jurassic World: lo bueno, lo malo y lo de siempre

Precaución: esta entrada contiene referencias explícitas a algunas escenas o detalles importantes de la película.

A quien me pregunta que si me gustó Jurassic World les respondo, intencionalmente, de modo ambiguo: sí y no. Y es que, como pocas veces, esta película me resultó sinceramente simpática en algunas de sus partes, pero de modo simultáneo me irritaron los clichés, los lugares fáciles y los estereotipos a los que recurre con comodidad. Esto no es de extrañar, por supuesto, dado que filmes como éste están pensados para ser consumidos masivamente, y como dice mi marido, hay que buscar el mínimo común denominador. Parece que les funcionó, porque el Google me dice que llevan más de mil millones de dólares recaudados en taquilla.

Por un lado me parece muy inteligente la decisión de los guionistas de incluir al personaje de Lowery, que es una especie de caricatura de un hipster. El personaje encarna las características generales del estereotipo de hipster, y al mismo tiempo que es una pieza de relativa importancia en la historia, es el blanco de la burla no sólo de sus compañeros de trabajo en Jurassic World, sino de la misma audiencia. Me dio la impresión de que todos conocemos a alguien así y de que la risas que causa son una sana catarsis contra la solemnidad de este nuevo grupo social que me parece que se toma a sí mismo tan en serio.

Y también hay que decir que el largometraje me mantuvo interesada e incluso angustiada durante su totalidad. ¡Qué increíble la idea de unas criaturas tan inmensas! Debo de confesar que la introducción de ese animal acuático de proporciones legendarias que come tiburones fue recibido con mucho agrado de mi parte. Me dio escalofríos, es más. No sólo la posibilidad de que exista un mamífero de esas dimensiones, sino la idea de estar como espectadora en un espectáculo de ese tipo. Qué delgada e ilusoria es la línea que divide un lugar seguro de uno riesgoso; lo civilizado contra lo salvaje; lo humano frente a lo otro.

El tema principal de la película me parece a un tiempo cursi y trascendental. Está muy gastado eso de lo genéticamente modificado y además está abordado desde una óptica superficial y melodramática: quienes defienden a La Naturaleza (así, con mayúsculas) lo hacen con un dejo de sentimentalismo barato. Sin embargo, es cierto que todas los cambios que se le hacen a los animales y a los alimentos son de gran repercusión para la vida del planeta entero. Pero claro que a Monsanto y Hollywood les importa poco.

Y hablando de marcas, me resultó bastante molesto encontrarme por todos lados referencias a las corporaciones que patrocinaron la película: Starbucks, Mercedes Benz y Samsung. Tanto así que hay artículos en internet que hacen referencia a esto, y que argumentan que esta película fue demasiado lejos con lo que se llama product placement o presentación de productos. ¡Yo me quiero meter en otro mundo, no ser recordada constantemente de los empresas más grandes y poderosas del mundo "real"! En fin, esta decisión me parece que rayó incluso en lo vulgar. Hace poco hablaba con mi marido sobre lo que me parece que es el proceso de emputecimiento en el mundo, que no es otra cosa que vender nuestros cuerpos, mentes, tiempos y valores a cambio de unos pesos para sobrevivir en el mundo. Pues bien, me parece que Jurassic World se emputeció.

Sobre la "domesticación" o dominio o control que ejerce el protagonista sobre un cuarteto de dinosaurios, no me apetece decir nada más que: trillado, típica historia de hombre blanco. Acerca del hecho de que la protagonista va perdiendo ropa y consigue correr por todos lados y salvar vidas con tacones, sólo voy a soltar un: las mujeres seguimos siendo un objeto sexual que vende entradas mientras más curvas y piel se le vean y que poco importa como sujeto complejo. Y de que al final los "desalmados", "capitalistas" hombres pierdan y los inocentes y los soñadores y los rectos ganen, pues, qué puedo decir: una más a los anales de las películas de guión previsible.