martes, 15 de junio de 2010

El sexo ocasional es un arma de destrucción masiva

El sexo ocasional es un arma de destrucción masiva. Sobretodo si se espera que sea lo contrario.

En todas las épocas históricas que precedieron a la llamada posmodernidad, la familia/tribu/clan, los amigos y/o los amados, satisfacían la tercera escala en la Pirámide de Maslow, que es la de la afiliación y corresponde a las necesidades relacionadas con el afecto, la amistad y la intimidad.

En los tiempos que corren ahora las cosas ya no son así. Las grandes ciudades, el exceso de trabajo, la estrechez de recursos económicos para sobrevivir, la decepción histórica que parece ser el matrimonio y su consecuente desilusión en el amor como fenómeno humano (una de cuyas manifestaciones más comunes y evidentes es el "miedo al compromiso"), las crisis de fe y creencias, el consumismo y el individualismo son algunas de las características que nos están tocando vivir a los terrestres.

Pero no podemos vivir aislados. Al mismo tiempo que le tenemos miedo a la intimidad con otro ser humano (porque con tanta información, tantas ideologías importadas de todos los rincones del mundo y tantas teorías distintas de psicoanálisis, no sabemos cómo enfrentarnos ni siquiera a nosotros mismos), tememos morir solos. Y buscamos, casi a ciegas, casi con disimulo, el acercamiento con otra persona. Un pequeño roce de brazos, una mirada intensa, una conversación cálida, unos labios húmedos.

Y así es como llegamos a la cama de cualquiera. Muertos de hambre de una carcajada compartida, de una fusión verdadera, de un recuerdo perdurable. Los acostones que nos damos con gente con quien no estamos vinculados amorosamente son los más decepcionantes, pues son, paradójicamente, aquellos en los que depositamos más expectativas. Son los encargados de recordarnos nuestra humanidad, nuestra capacidad de (dar y recibir) placer, nuestro calor corporal. Y serán, en la mayoría de las ocasiones, los más grandes fiascos.

El sexo ocasional no nos conecta con la comunidad humana, sino que nos restriega en la cara nuestra necesidad de pepenar afecto; no nos deja algo perdurable del otro, sino que fractura las relaciones armoniosas y honestas, desinteresadas, con ese otro sujeto.

Con todo lo expuesto anteriormente no quiero decir que los one night stand sean malos (lo cual, realmente, no quiere decir nada), despreciables o condenables. Sólo me interesa subrayar que son peligrosos. Peligrosos en tanto que la mayoría de quien recurre a ellos lo hace en una situación desesperada.

4 comentarios:

Zabioloco dijo...

wow... muy bueno


saludos Citrus

Popo de Monstruo dijo...

calláte boluda que por ahora es a lo único a lo que aspiro, te quiero.
por cierto, he querido postear cosas desde el blog del monstruo y nomás no puedo acceder, creo que me lo jakearon, pero quizá el problema se resolvería más fácil si recordara mi usuario y contraseña ajaja, tu no lo sabrás de casualidad :p

Popo de Monstruo dijo...

ey chica ay te dejo mi nuevo blog
http://popodemonstruo.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Creo que existen los que acuden a la opción "casual" sin desespecación, incluso con una tranquilidad, con algo en la cabeza como "pero el amor de pareja es más neurótico, en todo caso...".
¿Qué fue lo que pasó? ¿Los anticonceptivos redujeron el sexo a droga? Porque es válvula de escape ¿no? Un gallo, si no,una peda, si no, un palito,todo por el hedonismo. Quedarse en la zona segura, y nunca explotando de felicidad y nunca vomitando de coraje, está súper marica. El tipo de cosas que al final de la vida los moribundos se arrepienten, como haber pasado mucho tiempo en una oficina y no en la familia.
Mira Sara, también hay gringos criticando el movimiento y manifestándose:

http://www.youtube.com/watch?v=fR-AAcHlEJg