La gente siempre estamos dispuestos a juzgar. Cómo no: es una actividad facilísima y, lo peor de todo, gozosa.
Hablar sobre uno mismo y nuestras intimidades es acceder (concientemente o no) a que los demás hagan suya nuestra vida, nuestras novedades, nuestros secretos. Y eso les permite comentarla, juzgarla, analizarla, desmenuzarla, mostrarla como ejemplo a seguir o como modelo a rechazar.
Guardar silencio sobre uno mismo, entonces, es apropiarse de la vida de cada cual. Es no permitir que los demás violen la guarida de las intimidades, de lo profundamente nuestro.
Yo estoy en proceso de re-creación y re-apropiación. Por eso guardo silencio. Áhi disculpen las molestias.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
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