lunes, 18 de marzo de 2013

Hasta siempre, gordito

Durante muchos años estuve en conflicto con la idea de dios. No sabía qué significaba, qué aspecto tenía, cómo se le hablaba o cuál era su modo de amar.

Hace muy poco lo encontré y me sorprendí cuando me di cuenta que tiene sexo femenino. Yo la llamo Diosa Madre Naturaleza. Y esta diosa se rige por esa ley que dice que la energía no muere, sólo se transforma.

Pues bien, para que mi papá naciera se requirió de la naturaleza la lealtad de los perros, la laboriosidad de las hormigas, la fuerza de los árboles, la nobleza de las flores, lo cómico de los changos y el amor incondicional de padre de los pingüinos. Le requirió mucho esfuerzo a la Diosa Madre Naturaleza crear un ser tan hermoso y tan lleno de vida y amor como lo fue mi padre. Y quienes lo conocimos y amamos, gozamos de la generosidad de esta diosa.

Ahora le ha tocado a mi papá transformarse, volver al lugar de origen, que es el mismo principio y el mismo destino de todos nosotros. Se transfigurará en mariposas, en atardeceres, en manzanas, en flores, en mandarinas. Estará en todos lados y en todos momentos. Nos corresponde a nosotros tener el corazón abierto y la sensibilidad despierta para reconocer el milagro de su presencia permanente.

Gracias, Diosa Madre Naturaleza, por crear y compartirnos un ser tan excepcional y amoroso como lo fue Miguel Ángel de la Rosa Pacheco. Gracias, papá, por ser y darnos todo aquello para lo que la vida te preparó.