sábado, 26 de septiembre de 2009

¡¡¡Chingada madre!!!

Me caga postear muchas veces en un día, pero es mi blog y qué y qué.
He estado escuchando una canción que en un cachito dice I'm nearly with you, y me gusta mucho pero no sé de quién estoy casi cerca. Como dice camarita suicida, estoy esperando algo y no sé qué y las últimas dos noches las he tenido llenas de una ansiedad que no me permite dormir y me causa dolor en las rodillas.
Me cago. No dbout about it.

Punto final.

Hace tantas mañanas que me despierto sola
que he perdido toda capacidad para los besos.

Tu recuerdo me persigue juguetón por cada rincón de la cocina
y yo le ruego que me deje en paz.
Lloro, porque no me hace caso.
Es que nunca estoy de humor, y tú eres tan necio como siempre.

Sobretodo cuando estoy manejando te escucho jugar
en el asiento trasero
y tu risa parece inundar el universo entero.
A mí me dan ganas de llorar, pero me aguanto, porque no me gusta cuando te enteras.

Disculpa, es que normalmente olvido
que la persona en quien pienso cuando estoy sola
es el chico que me miraba a los ojos al hacer el amor
no el que agachó la mirada cuando lo sorprendí
besando a una desconocida.

Nuestros amigos dicen que ya no eres tan juguetón
ni tan necio
ni tan risueño ni tan sensible.
Pero yo así te recuerdo y no quiero que tu recuerdo me pille llorando porque te extraño.

¡¡¡Ya volvió Sin Embargo!!!

Sin Embargo es una revistita semanal que sacamos desde hace algún tiempo (casi 2 años) unos amigos de la universidad y yo. La revista es sólo de alcance universitario pero ha ido creciendo y hay cada vez más participaciones.
Algunos ya la conocen (y quieren cambiarle el nombre a Sin Embergue, ·$%&"*), y otros no, pero aquí está el link pa' que visiten el blog. Este semestre hubo algunos cambios y apenas esta semana que terminó sacamos el primer número.
¡¡Visiten!! Encontrarán ensayitos, cuentos, poemas y fotos.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Este video es muy famoso y a lo mejor ya lo conocen, pero por si las moscas, helo aquí. Imprescindible. Oh, hermosa raza humana.

jueves, 24 de septiembre de 2009

¡¡Ya los descubrí, malditos!!

Podríamos decir de Ernesto que era un hombre bueno. Pero no estaríamos siendo muy precisos. Más bien, si la bondad fuera un pecado, Ernesto no tendría absolución.

Ernesto brincaba, reía, gritaba, saltaba a los árboles, rayaba el suelo, las paredes y los techos con consignas de amor y paz.

Luchaba en pos de los oprimidos; prestaba su voz a todos aquellos que no podían alzarla como él en favor de sus derechos; daba gracias a la vida por la existencia de la pobreza y con ella de todas las formas culturales en las que la gente era tan sencilla y todo lo compartían con él.

Encabezaba mítines y hablaba para convencer a los incrédulos; despertaba simpatías y sus allegados lo reconocían como un líder.

Un día, sentado frente al espejo haciendo observación interna y externa, se encontró con una gran revelación personal: había elegido las causs sociales como un medio distinto para llegar a los mismos fines que había perseguido siempre: poder, influencia, sensación de heroísmo, actitud mesiánica. No veía a los pobres o a los indígenas como seres con ciertas características y circunstancias, sino como sujetos merecedores de su ayuda.

Ernesto se topó con la idea de ser un dictador bajo esa apariencia de tolerancia. Y le gustó.

Dedicado a todos los fascistas disfrazados de hippies.

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Cuando yo estaba en la primaria (o en la secundaria, ni me acuerdo) nos fuimos toda la selección deportiva (oh sí, tuve un pasado glorioso lleno de actividad física) a Guadalajara, a un gran evento interescolar. Lo muy padre del asunto es que dormirías en la casa de algún estudiante del Costa Rica, y claro, competirías para probarle a todo mundo que ruleabas en tu deporte. Yo estaba en básquetbol y me pusieron a vivir en la casa de una niña tan machorra como yo. Después de llegar en la tarde al Costa y comprometernos a vernos al día siguiente tempraníssimo en la escuelita para empezar a ganarles a todos, se fue cada quien con su anfitrión. El problema empezó cuando llegué a su casa y comencé a desempacar. Todo lo que sacaba ella lo miraba con ojos de borrego y me decía "ay, qué bonito", "oh, cuán bello", "uf, qué lindo" y al final "¿dónde compras cosas tan bonitas?" (Recuerden: yo era machorra y vivía en Tepic, ¿serían realmente tan mozas mis pertenencias?). Yo estaba bien chibiada y era tan molesto que casi le gritaba: ¡¡¡¡DEJA DE TORTURARME Y QUÉDATE CON TODO!!!! En fin, logré sobrevivir al momento. (Ahora viene a mí su habitación: minúscula, con una litera metida dios-sabe-cómo, lo cual hacía que sus cumplidos fueran más a quemarropa) Cuando ya había dejado todo en orden, fuimos a su cocina-sala-comedor (había un sillón al lado de la estufa, qué curioso, ¿no? -No manchen, es mentira) y me preguntó su mamá "¿quieres un chocomil, mija?" Y yo gustosa: "¡sí!" Entonces la señora: "uy, mija (dirigiéndose a su verdadera hija), entonces ya no hay para ti" Y escarbó dentro de la lata para sacar algunos últimos polvos mágicos y esparcirlos en el que se convertiría mi vaso. O SEA, ¿¿¿QUÉ PEDO CON ESA MADRE DESNATURALIZADA Y PÉSIMA ANFITRIONA??? ¿¿CÓMO TENDRÍA QUE HABER REACCIONADO?? Lo que hice fue rogarle casi con lágrimas que lo compartiera con su hija, a lo que se negó rotundamente. Lo que hice fue convidarle a la niña, pero a escondidas, porque la primera vez que lo intentamos la madre nos reprendió.
Más tarde nos llevó a una plaza (no me acuerdo cuál) a cenar pizza. Para mi desgracia su hija (mi anfitriona halagadora) era una niña normal que gustaba de la adrenalina y los artefactos diseñados para el divertimento pueril. Pues resulta que en la dichosa plaza había una cosa que era como un pañal gigante amarrado con elásticos a una estructura alta. El resultado: un niño normal podría subirse al pañal por unos cuantos pesitos y disfrutar de subir altíssimo y rapidíssimo y bajar y rebotar y sacarle provecho a la ley de la gravedad! Súper, no? Pues la señora anfitriona mala me forzó (con ayuda de su hija deschocomilada) a subirme. Con la pizza aún sin digerir y yendo esa cosa tan rápido y siendo yo una abuelita prematura, sentía que me moría. Unas náuseas terribles, un miedo escalofriante.

En fin, al día siguiente fui a la escuela tempranito (después de aguantar una sesión que parecía interminable de preguntas acerca de mí y de mis papás y de la escuela en Tepic y de bla bla bla por parte de la señora mala ahora estresada por el chorromil tráfico que había -lo cual la hacía parecer más mala, junto con su actitud CIAesca), vestida de basquetbolista. Perdimos uno tras otro tras otro partido, no sin antes pasar por la fabulosa experiencia de que se me desabrochara el brassiere en medio de un partido. Claro, si usaba brassier ya estaba en secundaria. Y si estaba en secundaria, de seguro me dio mucha, mucha pena.

Desde entonces odio los brassieres, temo al básquetbol y de manera automática respondo en casas ajenas que prefiero tomar leche sin chocolate.

sábado, 19 de septiembre de 2009

La madurez

Despues de pensarlo bastante he llegado a la conclusion de que la madurez es darte cuenta que la gente que mas quieres tiene sus propios problemas y que no debes agobiarlos con los tuyos.

Por eso lloro solita y en silencio frente a este monitor. Nadie me va a oir, ni me va a ver ni me va a consolar (ni pretendo que asi sea). Nomas queria escribir que a mi tambien me da miedo mirar hacia mañana.

Lo bueno de esto es que para cuando lo lean yo ya me habre recuperado y si me preguntan lo negare todo.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Esta noche la vida me parece un pedazo de carne echado a perder

ODIO no poder superar mis torpezas. Y detesto sentir miedo. Pero el miedo que mas detesto sentir es el sexual. Y hoy lo senti. ¿¿¿¿¿Por que la gente tiene la jodida capacidad de violarte con la mirada????? ¿¿¿¿¿Por que a mi chingada compu se le descompusieron de la nada los acentos?????

¡¡¡¡¡ASH!!!!!!

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Carta de una cínica a un perdedor

Ay, no. Estoy tan avergonzada ke no sé ni como empesar esta carta. Mira, ya se ke estas triste y todo eso pero de berdad no era mi intensión lastimarte de esa forma. La berdad es ke en el fondo yo te kiero mucho y creo que eres un súper niño. Nomas ke no eres lo ke estoy buscando. No me siento llena. Pero bueno, me toca disculparme, lo asepto.

Mira, en primer lugar, perdón por ponerte los cuernos en la fiesta de la wera. Si le hice un oral a ese wey era porke estaba medio borracha y porke el se puso súper insistente. Y ya se que tu estabas platicando afuera con tus amigos y que te dije que iba al baño porke me estaba haciendo pipi, pero de berdad que ese wey estaba dale y duro coketeandome. Volteaba a verlo y él me sonreia y pues obio que ya se que eso quiere decir ke quiere ke le haga un trabajito. De todos modos se vino bien rapido. Pero bueno pues, no estuvo bien y quiero que me perdones. Aunke de berdad ke duró bn pokito.

En segundo lugar, no debí aberle escondido nuezes a tu pastel de cumpleaños. Ya se ke eres alergico pero no manches, no creí que te fueras a poner tan mal. Sorry.

En tercer lugar, perdón por chocar tu camioneta y además atropellar a tu gato. Aunke tienes que admitir ke es un pokito tu culpa xk ya sabías ke andaba medio peda y además el Félix estaba tan chikito ke ni se veía. Pero estubo bien chafa ke tubieras ke pagar por el poste de electricidad ke se fue de lado por el golpe. Ke pena, perdoname.

Ay, no. Me duele mucho hacerte esta carta, me acuerdo de muchas cosas ke vivimos juntos y hasta me dan ganas de seguir siendo tu novia. Gracias por las flores ke me mandaste ayer, estan súper lindas, pero mejor ya no me mandes nada. Cada quien tiene que seguir su camino, ok? Ya sabes que siempre te amare.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Mi dentista ha cambiado

Mi dentista siempre ha atendido a la gente de clase media, media alta de Tepic. A sus hijos, más bien. Hace unos años, en mi adolescencia de dientes chuecos, en uno de los muros de su sala de espera, había un cuadro con marco negro que tenía una foto de una tormenta eléctrica en San Francisco. Era una hermosa foto panorámica de la ciudad en el momento preciso. Ahora la ha cambiado por una televisión de plasma, grande pero ligera y con una exhibición despampanante de colores, con marcos negros también. En ella se exhiben todo el tiempo videos de los distintos espectáculos del Cirque du Soleil. Creo que sigo prefiriendo lo de antes, pero la modernidad tiene formas muy coquetas de convencimiento.

En otras cosas, he aquí donde pueden escuchar el podcast del programa de radio al que me invitaron el jueves pasado. (Dato general: mi universidad tiene una estación de radio llamada Itópica y ésta tiene varios programas; uno de ellos se llama Dime Poesía. En este fue donde me invitaron) Podrán escuchar dos poemas míos que musicalizó un chavo cuyo nombre desgraciadamente no logro recordar, y aparte la entrevista que me hicieron. ¡Disfruten (espero)! Clic aquí mero. (Creo que los va a mandar a una página donde están todos los podcasts de Dime Poesía. El mío es el del 10 de septiembre. Clic ahí. Se descargará en sus ordenadores.)

martes, 8 de septiembre de 2009

2:00 am

Arturo trabajaba vigilando el estacionamiento de la tienda por las noches. Normalmente lo hubiera hecho su papá, pero la enfermedad lo tenía incapacitado y de alguna forma tenía que seguir entrando el dinero a la casa.
Su horario era de nueve de la noche a seis de la mañana. La hora extra de todos los días se la pagaban en quince pesos, que sistemáticamente gastaba en El Libro Vaquero, para llegar a casa y masturbarse antes de dormir. No se masturbaba pensando en las ilustraciones del libro, sino en Cintia.
Cintia pasaba todos los días a las dos de la mañana, trepada sobre unos tacones colosales y escondida debajo de una chamarra tres tallas más grande de lo necesario.
Arturo pasaba las horas semidormido, escuchando a los gatos pelearse por la comida y por las hembras y escuchando, también, a los hombres pelearse casi por las mismas razones. El ruido de la ciudad a lo lejos, algunos conductores gritando con el claxon, la luna muy calladita. Y a las dos de la mañana los tacones de Cintia, que pasaba sola todos los días, con su maquillaje excedido y su edad insuficiente. Arturo nomás la veía, lleno de curiosidad en la mirada y de palpitaciones en el pecho, traducidas en erección.
Ninguno trabajaba por gusto ni se daba gustos con el dinero que ganaba: mantener una familia, pasar hambres, pasar sueños, sufrir de soledad.
Arturo pensaba, antes de quedarse dormido, cómo hablarle, cómo acercarse. Siempre se dormía sin solución.
Había clientes más abusivos que otros y uno se permitió el lujo de venirse en su boca. Precisamente era un cliente amigo del dueño y aunque ya había terminado su hora de trabajo tuvo que decir que sí. No le pagaron por ese servicio. Se metió un chicle de menta a la boca y se largó, sin fuerzas siquiera para enojarse, nomás con la poquita dignidad que le bastaba para sentir impotencia.
Ese día se dieron las dos y Arturo sintió sincera preocupación. No, más bien, una profunda tristeza. Media hora después los tacones.
Oye, ¿me regalas un chicle? le lanzó Arturo con voz atropellada, tratando de alcanzarle el ritmo a esas piernas apuradas. Cintia se detuvo en seco, lo miró a los ojos detenidamente, como si disfrutara con la exasperación que le provocaba la situación, y se metió la mano a la bolsa derecha de la chamarra. Arturo se acercó. Ten. Y en ese instante le vio las manos, delgadas y blancas, y las uñas, largas, postizas, llenas de colores y cosas brillantes. Tan pronto como estuvieron al alcance de su vista dejaron de estarlo y el taconeo de Cintia se fue con ella, a maldormir.
El cliente desconsiderado volvió al día siguiente, diez minutos después de que Cintia se había ido. El dueño, el amigo, le dio la dirección de su carne más fresca. Bueno, compadre, no hay tiempo qué perder. Risas estridentes, fingidas.
Arturo, encendida la alarma de su reloj de muñeca puesta cinco minutos antes de las dos, ya se despabilaba, para verla pasar. Estaba precisamente en eso, levantando con la emoción sus párpados pesados, cuando oyó el ruido de una moto, un intercambio de palabras que se fueron convirtiendo en gritos y un leve grito de mujer, evidentemente sofocado. Arturo se inquietó pero creyó que era otra escena cotidiana, como las de casi diario. La motó arrancó y se fue. El miedo y el aburrimiento, encontrados en esta ocasión, lo arrancaron de su asiento. A cincuenta metros no había absolutamente nada más que una uña larga, postiza, llena de colores y cosas brillantes. Arturo la tomó, la observó y la sostuvo mientras lloraba masturbándose.

lunes, 7 de septiembre de 2009

De cómo la ciencia no me sirve para nada en estos momentos

Está científicamente comprobado que tengo
un brazo más largo que el otro,
un ojo más grande,
los dientes de arriba alineados a la derecha,
una enfermedad intestinal incurable,
un problema crónico en la garganta.

Yo sospecho, con base en pruebas, que soy
terriblemente despistada, sobretodo en ubicación espacial
bastante mediocre
solitaria con complejo de fiestera (o lo que es igual)
sociable con complejo de sociópata
hipocondriaca.

¿Por qué, si las sospechas son más fuertes que nunca, la ciencia no puede comprobarme que tu ausencia es la razón de que
mi visión empeore y las tonalidades se hagan grises;
mis defensas bajen y esté más enfermiza que nunca;
mi cerebro se despiste y me pierda por la ciudad con más frecuencia;
mi sentido del humor decaiga y mi producción de risa se atrofie?

sábado, 5 de septiembre de 2009

Life: we're already dead. Love: we're already death.

Vivir mata y la muerte es la única certeza que nos ofrece la vida. La forma en que vivimos tiene muchas variantes pero el modo en que morimos no: lo hacemos solos. Pero este texto no versa sobre la muerte y la epidemia de la soledad sino sobre la vida (aunque ésta también sea muerte) y el amor, "una enfermedad en un mundo en que lo único natural es el odio", dice José Emilio Pacheco.

Como ya decíamos, la vida nos presenta una única limitante, una restricción, una advertencia al nacer y al crecer: cada minuto, cada acción, cada palabra nos acerca más a la muerte, y si sobreviviste al segundo que acaba de pasar, esto sólo quiere decir que estás un segundo más cerca de la nada.

Desde cierta perspectiva, entonces, nacemos muertos. Mejor: nacemos con una cantidad infinita de opciones de vida y la única garantía de que al final de todas y cada una de ellas nos toparemos con la parca. Podemos vivir como nos lo permitan las circunstancias, la imaginación, la valentía, las ganas. Podemos vivir amargados, tristes, ilusos, positivos, desolados, entusiastas, aletargados, delirantes. Podemos ser alumnos, padres, abogados, ladrones, políticos, panaderos, secretarios, hermanos, abuelos, bastardos, hijos únicos.

Así, como quiera que viva su vida, el hombre tiene una estrecha relación con la muerte, pues sabe que al final del trayecto se entregará a sus brazos.

Hay que aclarar, no obstante, que esta muerte que representa el final, no es la única muerte. Hay muertes chiquitas, momentáneas: muertes vitales; y hay también otro tipo, las peores, las muertes vitalicias, que son como la muerte definitiva pero prematura, inoportuna.

Y de esta forma, como hay distintos tipos de muertes, también hay distintos tipos de seres vivos: los sujetos portadores de vida y muerte, y los sujetos portadores de nada. Aquí es donde el amor llega a ocupar su lugar protagónico.

El ser humano fue dotado de una gran capacidad: la amabilidad. Todos somos potencialmente amables. Es decir, todos podríamos ser amados. No obstante, para hacer de las relaciones humanas unas relaciones amorosas, hace falta algo: la capacidad de poder ver lo amable en el otro y la capacidad de poder responder a esa realidad. Hay hombres que son incapaces de ver, pensar y sentir más allá de su cosmos individual; hay otros que están imposibilitados para actuar frente a un ser que encuentran como un destinatario adecuado de su capacidad de amar. Cualquier persona que sufra de algunas de las últimas dos posibilidades, es entonces un vivo agónico, un enfermo de muerte vitalicia.

Los demás, los que encuentran a quien amar y la forma de ejercer su sentimiento, son los sujetos portadores de amor: los sujetos portadores de vida y de muerte.

El que ama, el que verdaderamente ama, confía y se confía. Es decir, al amar, encontramos en el otro un nicho de seguridad, un rincón donde relajar nuestros miedos mortales, un lugar donde perpetuarnos y no perecer. Por ello los seres de amor son seres de vida, porque nos permiten sentir y conservar momentos que se alargan indefinidamente y parecieran ser el antibiótico ideal contra el virus mortal. Y son también seres de vida en tanto que nutren la nuestra con la unión y compartición de la suya.

Sin embargo, los portadores del amor lo son también de muerte. Lo son por el simple hecho de que esperamos de ellos y confiamos en ellos. Y ellos (y nosotros, y todos) no están dotados de ninguna omnipotencia, ninguna bondad sobrenatural, ninguna perfección. Ellos y nosotros y todos siempre vamos a lastimar, y siempre vamos a decepcionar porque en nosotros no está la clave de la supervivencia: nosotros también caminamos en la incertidumbre y bailamos en la oscuridad.

Cuando amamos y somos amados, somos agentes de muerte, aunque no de las muertes mortales y definitivas, sino de las temporales, de las vivificantes.

Para Alejandro

jueves, 3 de septiembre de 2009

Ando lúgubre y ahí les va un poema. Plop.

Muerte

Incluso muerta lloraré mi muerte
porque al cesar mi vida todo se irá
en un desaire definitivo.
Muerta lloraré ríos de huesos.
Ya no habrá de mí
un cuerpo que llore.
No habrá más
que estas lágrimas secas
muertas.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Atenta petición para los futuros suicidas

Bueno, estaba yo hoy por la mañana en mi salón de clases, chilling, esperando que el profesor se dignara a comenzar la clase, cuando mi compadre Santiago me llama la atención diciendo "mira" y poniendo la orilla de la uña de su dedo índice izquierdo en la parte inferior izquierda del micromonitor de su microcomputadora. El título de una nota, en medio de muchas otras, que decía "muere un peatón al caerle encima una mujer suicida". No-puede-ser, pensé. Qué gran mamada. Pobre (neta, POBRE) vato, que "sin deberla ni temerla" (me caga esta frase, pero es que va muy bien aquí) le cae una deprimida encima y plof, adiós vida cruel.

Digo, imagínatelo. Vas tú caminando por la calle, hacia el Oxxo o hacia tu coche o hacia la Iglesia o hacia el motel o hacia la farmacia o hacia la parada del camión y de repente, sin ningún pinche considerado previo aviso te cae alguien encima y te mueres. ¡¡Te mueres porque alguien fue lo suficientemente egoísta y desprevenido como para matarse en un momento en que justo te llevara entre las patas!! Queda claro, digo yo, que las chingaderas también caen del cielo. Como el granizo mutante o los rayos UV genocidas. O como las princesas (este corto lo dirigió mi novio antes de ser mi novio y me dieron ganas de ser su novia cuando lo vi).

Aunque di doble enter sigo obsesionada con el tema del párrafo anterior. Es que NO MAMES, vas nomás por la vida caminando pa' llegar a cualquier fáquin lugar para hacer algo o decir algo o ver a alguien o pensar algo o no hacer ninguna de las anteriores cosas y de pronto... ya no hay NADA. NADA. Ya no hay besos del novio, ni tareas incumplidas, ni peleas familiares, ni revistas pornos, ni traumas con tu cuerpo, ni frapuchinos, ni inconformidad política, ni carros último modelo, ni libros adictivos ni películas que te escupen directo de este mundo a otro mejor, más sufrible. ¿¿Y todo por qué?? Porque a algún despistado ya no le importaba un carajo todo lo anterior y de pronto sintió la urgencia de morirse y no se fijó en ti.

Entonces, yo quiero pedirle a toda la gente que más o menos planee suicidarse y esté leyendo esto, que no sea tan manchada. Que bueno, qué mal pedo que ya no quieren vivir pero existimos otros que sí. Entonces, por favor: si van a disparar un arma y les está temblando el pulso, fíjense que no haya gente alrededor; si se quieren tirar de algún lugar, agachen la mirada para comprobar que caerán sobre suelo firme y no sobre un fracasado colchón humano; si quieren empastillarse, no le roben el medicamento a alguien que lo necesita para vivir; si van a ahogarse con gas, asegúrense de ser los únicos dentro y de estar bien encerraditos (no queremos que el vecino fumador se muera incinerado y no con cáncer de pulmón/tráquea/lengua/boca/esófago).

Pero hay que verle el lado positivo: es tan jodida la situación, que no tienes que vivir para lamentarte. Shit happens.