sábado, 30 de mayo de 2009

Reflexiones de una homesick* desempleada

Bueno, estoy por acá y a pesar de haber pasado el miércoles y el jueves enteros buscando trabajo y dejando currículums por todas partes y enviando mails a un montón de lados y el viernes tuve una entrevista de trabajo, sigo desempleada. Y a pesar de que procuro no gastar tengo la sensación de que si no gano, estoy gastando. Y algo que no deja de acosarme es esta inmensa nostalgia. Pienso ¿para qué chingados dejé la ricura de mi novio, el amor de mi familia, la comodidad de mi casa, la baratez de vivir en México, el buen clima, los amigos…? En el depa que vivo estoy durmiendo en la sala sobre un colchón inflable; a duras penas tenemos trastes; el edificio huele a muerto; tenemos unos vecinos súper amargados; los lugareños no son especialmente amables; todo es carísimo; hace un frío bien mala onda (aunque se empieza a quitar poco a poco)…
Así que bueno, ayer por la noche estaba yo sin sueño pero sin posibilidades de salir por la falta de holgura económica y sintiéndome, como la mayor parte del tiempo, un poquito desesperada, un poquito chingado-qué-coño-hago-aquí. Y me puse a pensar. Me puse a pensar en lo caras que son todas las cosas por acá. Me puse a pensar en una blusa bonita-pero-no-wow que vi la otra vez y que, además de estar hecha en China, costaba CINCUENTA dólares. Me puse a pensar que una de las personas con las que vivo ya consiguió trabajo y ayer le pagaron 50 dólares, por aprox. 5 horas como mesera. Pensé, entonces, que una jornada de trabajo era apenas suficiente para comprar una blusa hecha en China. Pensé entonces: QUÉ MAMADA: los empresarios (pequeños, medianos, grandes o gigantescos) nos quieren vender las cosas carísimas mientras que ellos pagan una baba de perico por ellas. La dueña de la tienda donde vi esa blusa NO pagó ni 30 dólares por ella; la empresa que la mandó facturar pagó, tal vez y sin exagerar, 1 dólar por ella, a una china que tiene que mantener a muchos hijos, tal vez, o sólo a uno, tal vez, porque el gobierno le mató a los demás. Pensé entonces que al igual que sobre esa china mal pagada, sobre esta mexicana inmigrante el neoliberalismo se construye. Pensé que tengo que salirme de mi país para poder pagar un adeudo, porque si me quedo en él (sin sentirme homesick y demás) no voy a poder ahorrar ni una mierda, porque los salarios son una basura que no tiene en cuenta las complejas y varias necesidades de la gente. Pensé que tengo que venir a que me paguen “mucho” (y me exploten mucho y luego me cobren mucho) a un país extranjero donde estoy lejos de todo lo que quisiera tener cerca, pasando unas incomodidades de hueva. ¿Y para qué? ¿Para gastarlo en una blusa hecha en China de 50 dólares? ¿O en unos accesorios súper chingones hechos no-importa-dónde?
Pues no. Decidí que me la voy a llevar tranquila con esto del trabajo. No voy a pasar mis días enteros tratando de conseguir uno, sino esforzarme por tener uno y esperar tener la suerte de conseguirlo. Y mientras tanto, voy a escribir, que es lo que realmente me gusta hacer y lo único que más o menos me consuela de estar aquí. Y cuando me dé la gana voy a salir y caminar la ciudad, y sentarme en una banca a ver la gente pasar. Y cuando tenga trabajo lo voy a hacer bien pero pensando en todo el resto de cosas que también puedo hacer y disfruto haciéndolas. Y con lo que ahorre voy a viajar por acá (de algo tiene que servir estar hasta estos lares), para que mi cerebro vaya disminuyendo las zonas geográficas que sólo se imagina e incremente en la memoria aquellas que ya ha visto.
Me rehúso a ser un títere más de un sistema gigantesco y automatizado que no entiende de razones y nos arrastra a todos irracionalmente en una dinámica de vida pre-establecida. ¿Porque saben qué más pensé? Que el trabajo debe tener una finalidad y yo me rehúso a ser un ente más que sólo trabaja para que le den un salario y después se lo gaste en cosas para satisfacer necesidades y/o deseos. Y también me rehúso a ser una persona que trabaje en el bando incorrecto (porque otra cosa que pensé es que en este mundo hay bandos: el que perpetúa las cosas como están y el que trata de hacer un cambio. Y absolutamente todos hacemos cosas que están encaminadas hacia uno u otro bando) de la vida. Yo quiero trabajar en algo que aporte algo valioso. Y con el dinero que gane voy a comprar cosas no-pendejas.
Concluyo: vale verga trabajar como pendejo en un país donde pasas tantas incomodidades y todo es tan caro para dejarlo en tiendas que te van a satisfacer un deseo de manera tan superficial. Por eso yo:
1. No voy a trabajar como pendeja.
2. No voy a gastar mi dinero en pendejadas, sino en sobrevivir (para no convertirme en una molestia para mis papás), viajar por estos rumbos, y ahorrar lo suficiente para pagar mi adeudo.
3. No tendré como prioridad trabajar sino pasarla bien: leer un chingo, escribir un chingo, observar un chingo, practicar los idiomas, conocer gente, viajar por aquí, recorrer la ciudad, y hacer actividades culturales como ir a museos y obras de teatro donde de seguro los actores hablarán el francés en putiza como el resto de los habitantes y yo no entenderé casi nada. Pero no importa.
Nota penúltima. Me he dado cuenta que muchos de los morros mexicanos que se vienen a vivir acá por el verano o seis meses roban cosas: bicis, comida, ropa, incluso botes de basura. Somos TAN pendejos que no nos basta con sufrir la decadencia social en nuestro propio país sino que la exportamos (nosotros, hijos de clasemedieros con posibilidades de comprar lo que necesitamos) a lugares donde no existe una inseguridad tan culera como en nuestro país. En México nos roban a nosotros y acá venimos a hacerle eso a otra gente. Casi como vagancia. Casi como si no supiéramos lo jodido que es.
Nota última. Mamá, tú que tanto me insistías en hacer conciencia sobre lo difícil que es ganar el dinero, deja de preocuparte: ahora sé perfectamente lo fácil que es sentirse tentado por cualquier mamarrachada bonita y el paso dificilísimo de ahí a sacar el billete de la cartera.

*Homesick: nostálgico de tu lugar de origen, de tu hogar.

jueves, 28 de mayo de 2009

El destinatario

Ella era amante de las causas perdidas. No lo podía evitar. Era amante, también, de tentar al destino. Así que al ver la servilleta ahí nomás, sentada en la tablita adherida al asiento de adelante (aquella que no se debe bajar en los despegues ni en los aterrizajes), plana de aburrimiento, decidió usarla para algo. Escribir un poema. Un poema para nadie, que fuera a parar derechito a la basura, a la expectativa de ser encontrado por alguien.
Empezó a escribir, sin poner demasiado esfuerzo en el texto sino más bien dejando que la escritura fluyera. Escribió:
Este poema es para quien se lo encuentre.
Tal vez algún curioso de la basura
o un indigente
o un perseguido para ser asesinado que se esconda en el contenedor
o un detective que encuentra al muerto en el contenedor
o un niño.
Digo esto porque casi seguro que este papel va a dar a la basura en algún lugar de Estados Unidos.
Pero uno nunca sabe. A veces las misivas sin destinatario se encuentran uno, como si tuvieran vida propia y lucharan por su vocación: ser leídas.
Esto, hasta ahora, no es un poema.
Hay que ir empezando.
La basura es el lugar a donde va
a parar
a habitar
la basura misma
el material indeseado
lo caduco
lo doloroso
lo infectante.
En la basura viven, entonces,
los sueños frustrados
los amores desencantados
los traumas
las servilletas lenas de poesía.

Al final firmó con sus iniciales y escribió la fecha, como hacía con todos sus esvcritos. Dobló la servilleta y, satisfecha, pensó que sólo hacía falta tirarla a la basura. Una vez que lo hizo no volvió a pensar en ello.

Joel estaba siempre a la caza de la basura que los aviones desechaban, porque sabía perfectamente que había restos de comida en muy buen estado, sobras de jugos y refrescos, bolsas de botana consumidas a medias.

Joel Javier Gutiérrez Douchet era un guatemalteco de clase media alta, hijo de un empresario capitalino y de una hippie francesa mucho más guapa que sensata. Joel había recién terminado la prepa y el tedio de la rutina hacía que la idea de comenzar la universidad inmediatamente le provocara una pereza aplastante.
"Vete a viajar -le aconsejó su madre, con su obstinado acento francés-, a que descubras el mundo y a tú mismo".
"A ti mismo -respondió automáticamente Joel, corrigiendo a su madre. ¿Y a dónde podría viajar? ¿Adonde quiera?"
"Pues sí, yo creo".

Después de llevar unas semanas viviendo cómodamente en Estados Unidos con unos tíos, se volvió a sentir aburrido y decidió decirle a todo mundo que había conseguido trabajo y se iba a vivir a un depa. La francesa estaba encantada con la idea, el empresario un tanto indiferente y los tíos agradecidos con la vida. La verdad es que quería divertirse y probar coss nuevas y para ello se iba a dedicar a vivir al extremo: comería lo que pudiera y dormiría en hoteluchos de mala muerte. Así fue como una vez conoció a un vagabundo que le recomendó el depositario de la basura de los aviones.

Esculcando se encontró, como de costumbre, con un montón de basura apetitosa. Se disponía a comerse un sándwich casi entero cuando agarró la servilleta que le quedaba más a la mano y al extenderla para acomodársela en el cuello de la camiseta en un gesto sarcástico que remedaba las costumbres aristocráticas, descubrió que algo había escrito sobre ella. Leyó. Frunció el ceño mientras arrugaba la servilleta y al mismo tiempo que la lanzaba lejos comenzó a buscar otra.

lunes, 25 de mayo de 2009

Chín chín chín! Entrada No. 100!!!

Estoy en el aeropuerto de Charlotte y he aquí el
Primer reporte del viaje que apenas comienza:
(lo que sigue está transcrito de mi cuaderno; anotaciones desde lo alto del cielo)
Estoy en el avión volando rmbo a Charlotte, la capital (creo) de Carolina del Norte, en Estados Unidos. Está cerca de Nueva York, más o menos.
Me aburro un montón. De repente me siento contenta por lo que voy a vivir, que me imagino que va a estar increíble. Por otro lado me pongo nerviosa por las incertidumbres del viaje.
Pinches gringos, me ponen tensa con tanta mamada.
Luego también de repente me quiero poner triste por Alex, porque lo voy a extrañar y eso... Me gusta mucho estar con él, definitivamente me la paso bien chido.
Por otro lado, es la hora de la comida y me está dando hambre y en este desgraciado vuelo (pinches gringos) no dan comida y al vuelo le cuelga un rato. Voy a llegar al aeropuerto a comerts. Aunque sea una pinche hamburguesa, no importa que me engorde. Para acabarla de chingar, llevo al lado a dos empresarios jóvenes, yuppies, que se compraron el paquete de snacks que oferta US Airways y que cuesta ten fucking dollars. Huele rico, pero ha de ser puro transgénico. Los pinches gringos todo venden. Al menos en los vuelos mexicanos te regalan una bolsucha de botanas deliciosas e insanas. Nomás me regalaron una Coca, para ponerme diabética y gorda y así enferme pueda yo ser más susceptible y vulnerable a su feroz voluntad capitalista neolibertal. Hínguiasu, de repente soy bien hippie comunista.
Uno de los vatos que llevo al lado NO se calla y habla de puros negocios con el que va en medio (yo, gracias a Cristo, voy junto a la ventana), que por cierto parece hacer un gigantesco esfuerzo, fracasado por cierto, de parecer interesado. El que habla constantemente tiene una voz ronca y pantanosa donde parecen vivir todas las cantinas y cajetillas del mundo. Me desasosiega. Para evitar seguir oyéndolo me pongo los audífonos para escuchar música. Bajito, primero, por salud: se sigue filtrando la voz de este empresarillo vicioso. Más fuerte: ruido extrañísimo e incómodo sale del audífono derecho. Chingado, pienso, ¿el ruido o el empresario? No, pos el ruido. Poco a poco se va quitando.
Atrás de mí dos morros adolescentes con su acento chilgando combinado con una incipiente fresez (yo creo que están alucinados porque es su primer vuelo. Cuando el avión comenzó a caminar, uno de ellos preguntó ¿por qué va tan despacio?)
Como que no tengo tantas ganas de escuchar música pero tampoco de leer...
Me aburro un montón. Y pa' de veras acabarla de chingar, ya me dieron ganas de hacer pipí. Pinche coca. Pinches gringos.
Escrito a las 02:51pm, hora del DF.

Actualización de los datos:
Cuando aterrizamos a Charlotte (que por cierto se ve muy bonito desde los aires, hay muchos árboles) y llegamos a la aduana descubrí que ésta última era un gran cuarto donde reinaba una calma tensa, un silencio desasosegador. Parecía que ese cuarto podría ser el fin del mundo, una especie de purgatorio. Me pasaron con el típico militar gringo (güerisisisisisisísimo, flaco y alto, ojos verdes). Me di cuenta que me estaban sudando las manos. "Estás nerviosa", pensé. "Calma".
Hi! le digo al gringo
Hello! me contesta, muy formal. Where are you from?
Mecsicooouuuu, le respondo, bien sarcástica. "No mames, wey, ponte trucha, te van a deportar por mamona".
Where are you going?
Cánada.
What for?
For visiting
Who?
Ohhmmm... visiting the country, I mean.
And why there?
Ohhmmmm... I need to practice my English and my French... and I've been told it's a really beautiful country. (Cristo Rey, que no me pregunte si pienso que EEUU no es un "really beautiful country")
OK.
Leo Bukowski o algo así en su camisita. Seguía terriblemente nerviosa y, como de costumbre, sentí una necesidad imperiosa, cabronsísima de hablar con quien sea y portarme insoportablemente amable.
Where's your lastname from?
(El vato me mira con cara de "aquí yo soy el que hace las preguntas". Le respondo la mirada con una cara de "jiji, soy una mexicanita bien buena onda, jiji")
Poland.
Oh! (pues sí, qué otra cosa le contestaba?!)
(Pasa un rato y el vato viendo mis documentos y la chingada... De repente empieza a escribir no sé qué y tenía una letra normal, absolutamente como cualquier otra, pero yo, en mi estado de nerviosismo, le dije:)
Wow! You have a very beautiful letter to be a man!
(Cara del vato: ??????)
Sorry?
Yes, most men write horribly and you don't. You could write love letters!
Aelfunfvliuregiuenrg (no le entendí lo que contestó pero de todos modos:)
Hahaha! (En inglés la risa se escribe con H)
Well, have a nice tripe and... TAKE CARE! (dijo esto con especial énfasis y yo:)
Ohhmm... sure, I will! =D
Luego recojo mis maletas, hago una fila, las vuelvo a dejar en otro lugar para la reconexión y me doy cuenta que... LA BLUSA SE ME HABÍA DESABROCHADO Y LOS SENOS ESTABAN COQUETAMENTE CASI DE FUERA. Quizás por eso el gringo/polaco me pidió tan energéticamente que me cuidara...
Bueno, ahora sigo comiéndome mis papitas de Burger King, tal como había prometido.

domingo, 24 de mayo de 2009

Sobre migración

Un amigo que trabaja (de ilegal) en Estados Unidos me puso pensativa respecto a mi propio viaje. Transcribo del Messenger:
trabaja
en tu pais
a la verga
con andar trabajando para otras
gentes
trabaja tu tierra
por experiencia te lo digo
veme
mezclando cementos pa tener a los gringos contentos
cosecha el fruto de la vida

Chin...

jueves, 21 de mayo de 2009

¿Y qué tal

¿Y qué tal si confieso que estoy cansada del tuc tuc tuc de mi reloj,
quenomegustaquelasletrasseamontonen
ni la gente
y que las fotos donde posamos son ridículas
y al paso de los años dan menos gusto
que aquellas espontáneas?

¿Y qué tal si me paro a la entrada de tu día
a reclamarte lo de anoche
y la noche de antes
y la de antes
y la
de
antes?

¿Y qué tal si le llamo a tu mujer
y le digo que soy la amante
decepcionada
de un pendejo casado
con otra pendeja que no se da cuenta que merece algo más?

¿Y qué tal si le digo adiós a las fotos de ti,
a tu proximidad febril,
a tus sábanas,
al retrato de tu mujer en la cartera?

El tuyo

Me he enamorado de otros pero de ninguno como del tuyo.
Comienzo a besarte en la boca
con mi lengüita
y bajo
des
pa
ci
to
hacia tu cuello,
hacia tu barriga.
Te pongo un disfraz de besos cítricos.
Entonces llego a él.
Lo contemplo y es casi como si él también me contemplara a mí.
Ahí, inmóvil, con una sonrisa que mi imaginación pone en sus labios inexistentes.
Me gusta pensar que razona y que cree que soy bonita.
Me gusta creer que le gusto.
Yo le sonrío. Qué gusto encontrármelo otra vez
a tu lunar de noche tras noche.

martes, 19 de mayo de 2009

El imperio de lo improvisado

Cuando yo era una pequeñuela de quince años vivía en España y tenía un profesor de filosofía que llegó a ser mi gran (gran, gran, gran) amigo. Ha sido, hasta la fecha, una de las personas de las que más he aprendido en mi vida. En fin. El caso es que el susodicho una vez me dijo: "Sara, tienes una obsesión enfermiza por el control. Te preocupas demasiado por someter a tu poder las circunstancias y aún no te has dado cuenta que no hay nada que puedas hacer al respecto". Yo, pensé: "joder" (claro, en aquel entonces maldecía como española).
Con el paso del tiempo he ido aprendiendo que la vida es una prueba constante de nuestra flexibilidad, de nuestra espontaneidad, de nuestra capacidad de improvisar.
Sin embargo, sigo creyendo (y firmemente, además) que hay cosas que NO deben ser improvisadas sino cuidadosamente revisadas, estudiadas, planeadas, analizadas, ejecutadas. Por eso vivir en este país me fatiga, porque todo es improvisado, todo es al "áhi se va", "a ver cómo sale en la marcha": la construcción de puentes (y no se diga de túneles), el remodelado de calles, la tala de árboles...
Los mexicanos estamos al revés: lo importante lo improvisamos y en lo espontáneo somos rígidos (queremos controlar el romance, la lluvia, las conversaciones). Somos una nación de mal cogidos, dijera Ibargüengoitia.

lunes, 18 de mayo de 2009

Voy a acudir a mi evento favorito/ Me entra la inseguridad con mi novio lejos

Me levanto con tarea que hacer. Un final. (Acá entre nos, pinches finales.)
Pero en lo profundo de mi ser, grito que NO ME IMPORTA QUE SE VAYAN AL CARAJO CON SUS PINCHES TRABAJOS FINALES A MI NI ME IMPORTA HACERLOS NO ME QUIERO DEDICAR A ESO ESTOY HARTA ME GUSTARIA HACER OTRAS COSAS ME GUSTARIA NOMAS HACERLO Y QUE NADA MAS IMPORTE SIN QUE ESTE BIEN NI MAL NOMAS HACERLO AUNQUE EN REALIDAD NO QUIERO HACER ¡nada, nada!
He estado procrastinando toda la mañana. Lo más delicioso es que no me pesa, ni me siento culpable ni nada de nada.
Estoy escuchando Tom Waits y muy constantemente me estoy acordando del novio que, otra vez, se ha ido.
Se fue y de repente me entran ganas de decirle al mundo: ¿Ah, sí? ¿Me quitas al novio? Pues, ¿sabes qué? A que ya no me peino, ni me baño, ni me quito la piyama, ni soy amable con la gente y finjo risitas, ni me levanto temprano. A que me hago mala inquilina y pésima vecina, amiga mediocre y hermana indeseable, hija atormentadora, alumna insoportable.
Pero luego vuelvo en mí y digo: no manches wey, cálmate. Ni que qué.
Y mientras me tranquilizo, la voz (ésa histérica, insoportable, que más frecuentemente de lo deseado se vuelve loca y empieza a gritar con su voz chillona) de la inseguridad repite, terca, desde los abismos míos: ¿y si te cambia rápido por otra?
Y la Sara floja, la mediocre, la pusilánime, la débil, la resignada responde, con voz tranquilita de niña regañada (me gustan las palabras que llevan Ñ): pues ni modo.
Y hoy está nublado. Siempre me entra una comodidad espiritual cuando está nublado. Creo yo que las cosas van mejor, charchan bien, cuando el cielo está lleno de nubes gordas de agua.
Y en un ratito más, sin haber hecho (casi) tarea, me tengo que ir a la escuela (chingado, ya estoy en la universidad. Cómo coño llegué aquí?), bañadita, cambiadita. Hoy me voy a poner algo que no me combine. Y segurito que me pongo los converse.
Me subo al carro que está en la reserva de gasolina y, sin intenciones de ponerle más, me dirijo a la escuela, escuchando a los beatles. Me reconforta saber que me van a estar esperando mis mejores amigos en la cafetería del arrupe, mi cafetería preferida.
No está tan mal. Se va el novio y reingresan los amigos, que tan abandonaditos los tengo. Aunque ellos no me dan esa sensación de "no todo está tan mal" que sí me da el novio. O quizás no todo está tan mal y a mí nomás porque sí me gusta estar con el novio. O a lo mejor voy confesando que estoy melancólica, y así, en este estado, le voy a dar la cara a la vida, mi evento favorito, el inevitable, el omnipresente, el interminable. Un poquito "chale-que-mala-pata" porque lo extraño (hombre, es natural, hay muchas cosas que extrañar de él) y un poquito "bueno-el-mundo-no-se-acaba" por todo lo que me queda de vivir, me enfrento a la vida el día de hoy. Pero claro, si por mí fuera, aquí estaría él.

martes, 12 de mayo de 2009

El amor existe. Es el vacío de tus labios rellenando mi cuerpo con flores silvestres que se expanden en el horizonte y atrapan al desconocido cuerpo de la atemporalidad.
Miro las palmas de mis manos y me doy cuenta del vacío profundo y oscuro donde habitas en las noches de frío, refugiada de las historias de tragedia y buscando la respuesta a la nada.
Eres tú el amor y no tus pechos. Eres tú y el silencio y el éxtasis. Eres tú entre el humo de cigarro que inunda el bar y me asfixia en una distancia que me mata.
Poco a poco me voy quedando sin ojos. Así ya no te miras en mí. Así ya no provoco el reflejo de tu figura que tu personalidad narcisista adora. Así soy yo sin mí y tú eternamente conmigo.
Te mutilo por las noches y tú no te das cuenta. Tú eres tú en ti misma y en mi ausencia. Poco a poco pierdo la paciencia. El calor de esta primavera insoportablemente febril recorre mi cuerpo y atrapa mis vísceras. Me muero sin ti.
Eres la confusión, la tormenta, el cariño, la caricia, el grito reprimido, el aullido elevado al cielo. Eres tú, tú, tú. Eres todas las desgracias juntas y la divinidad en pantalones de mezclilla. Tú eres lo sagrado y lo sacrílego; tú eres Dios y tu propia hereje.
Tú eres mi conciencia y el cabello largo de la lejanía.
Eres el vapor de mis recuerdos y la marea de mi presente, el naufragio de mi futuro. El peor augurio y la más exquisita adivinanza.
Tú eres mi risa que llora por las noches. Eres la esperanza que agoniza en su lecho. Eres el mal, el bien y todos los besos que hay en medio. Eres el enojo, la insatisfacción, el desacuerdo, la repulsión. Eres mis ganas de asfixiarte en un beso, la locura, el desorden, las circunferencias perdidas, los amores robados, los tal vez, el adiós.
La divinidad eres tú entre mis manos volando.
Y tú te limitas a pretender que no. Sujetas la cámara y cualquier cosa se convierte interesante y yo me hago cenizas. El retrato del abuelo, el primer beso, el viaje a lo inefable, la última despedida, los abrazos y el polvo.
Tú te limitas a fotografiar, Eva, y yo a morir en tus brazos cruzados.

miércoles, 6 de mayo de 2009

En un parque

Ofelia nomás tenía tres minutos de estar sentada sola en el parque (tenía una obsesión con la hora), sin nada qué hacer, sin nada qué pensar, cuando sintió ese impulso carajo que le agarra a veces por hacer algo, lo que sea; por inundar el aire a metros a la redonda de sus carcajadas, por conocer a alguien, por probar comida nueva, por probar comida vieja, por hacer algo, lo que fuera. Ofelia no era de ese tipo de gente que le gusta mucho pensar.

Raúl recién llegaba al parque, con los audífonos puestos, escuchando Wicked Game, la canción que tanto reproducía en su iPod últimamente, pero no la versión original. La de Giant Drag. Le resultaba más agradable escuchar esas letras seductoras de voz de una mujer joven. Raúl no se aburría nunca y ésta no era la excepción. Siempre había mucho qué pensar.

Qué niños tan pesados, pensaba Ofelia ahí nomás sentada. Que se vayan a su casa a ver la tele o a jugar en Internet. Ella no podía hacer eso, porque por séptima vez (las contaba) en la semana (apenas era martes) se había peleado con su mamá pero esta vez (siempre decía lo mismo) era muy en serio y no podía volver. Pero, además, no tenía a dónde ir. Qué weva estar con Fernanda, siempre se está besando con el novio horrible ese que trae ahorita. Y Carolina siempre quiere fumar marihuana con sus amigos nacos jípis esos.

Qué bien se está al aire, pensó de repente Raúl, con el aire pegándole en la cara. Despejarse era lo que mejor le venía en este momento, con la inminencia de los exámenes finales por delante. Aquí en el parque podría leer, podría escuchar música o simplemente ver a los niños reír, lejos de toda barbarie, de toda suciedad, de toda enajenación.

Ese wey ahí sentado se ve interesantón, muy misterioso (sus compañeros de secundaria eran cualquier cosa menos misteriosos). Y mira, trai audífonos. Ese es buen pretexto para acercarme, preguntarle qué oye. O ya de plano pedirle que si me deja oír con él la música.

Estaba Raúl con una ramita de madera caída de un árbol haciendo dibujos en el suelo cuando vio los converse rojos y rotos delante suyo. "¿Me dejas escuchar música contigo? Estoy aburrida y no tengo nada qué hacer y se nota como que me gustaría las rolas que tú oyes. Yo no soy de esas que les gusta la banda. O sea a veces en fiestas y eso pues sí bailo, pos ni modo de quedarme aburrida, pero así de yo escuchar música porque me gusta pues se ve como que tengo en común eso contigo." Raúl se quedó francamente anonadado y únicamente acertó a abrir ligeramente los labios y aceptar la propuesta de Ofelia con un movimiento de cabeza forzado, como si estuviera en shock. Estaba en shock.

Ofelia y Raúl estaban uno al lado del otro, hombro con hombro, escuchando Pink Floyd. Raúl estaba a la izquierda y Ofelia a la derecha. Raúl tenía el audífono en la oreja izquierda y Ofelia en la derecha. Táctica de Ofelia, para estar más juntitos (Ofelia asumía que era recomendable estar cerca de los chicos, por si las moscas). Qué aburrido, pensó Ofelia cuando recién se terminaba el largo intro de la canción. Qué raro, pensaba Raúl. Ofelia sintió (imperiosa, como de costumbre) la necesidad de matar el aburrimiento. Oye, le dijo Ofelia a Raúl, ¿qué tal si juntamos nuestras orejas para ver si el sonido pasa por ahí y oímos como si tuviéramos los dos audífonos puestos? No creo que funcione, le respondió Raúl. Ay, ¿cómo sabes si de seguro nadie lo ha hecho en el mundo? Pues no lo han hecho porque no tiene ningún sentido. Claro que tiene sentido; además no perdemos nada si lo intentamos. Así, lentamente se acercaron el uno al otro, hasta dejar sus orejas pegadas.

martes, 5 de mayo de 2009

Suficiente

Vivimos en un mundo exigente habitado por gente eternamente decepcionada. Las críticas llueven, los errores acechan y las imperfecciones están baratas, siguiendo las leyes del mercado: nadie las compra porque todos estamos llenos de ellas.
Y uno, eternamente solo y equívoco, busca dejar de estarlo. Por eso tratamos de ocultar los fallos, esconder las debilidades y maquillar los defectos. En los peores casos, averiguamos prontamente los defectos de los demás para que, llegado el momento en que ellos descubran los nuestros, podamos chantajearlos para que no hagan pública la parte más mierda de nosotros.
Por eso a mí me gusta tanto la palabra suficiente. Lo suficiente es como un buen amigo que te da una palmada en la espalda, que te dice así está bueno, ya la hiciste. Cuando es un adjetivo utilizado en mí o en algo que yo hice, me siento relajada. Es un alivio, un suspiro que confirma la supervivencia, un logro.
La suficiencia no exige ni desgasta, la suficiencia acepta. La suficiencia dice puedes pasar al siguiente nivel.
Y el peor enemigo de la suficiencia son las expectativas, que siempre presionan, que acechan, que te recuerdan que todavía no llegas, que falta más, que puedes ser buenísimo, que puedes ser el mejor.
Y la gran, gran amiga de la suficiencia es la mediocridad.
Por eso, como parte de una buena estrategia de guerra, no hay que fiarse mucho de los amigos de nuestros amigos ni hay que odiar de antemano a los enemigos de nuestros amigos.
Hoy, me digo a mí misma: has sido suficiente.